Veo tu figura avanzar por la senda, se escuchan la voces que sostienen una conversación animada, se nota por el andar que llevan tiempo caminando, los pasos son más lentos, y pesados muestra del cansancio que acompaña el cuerpo de ambos en este tramo del camino, las sandalias se hunden en la arena, el sol en el horizonte ha teñido de color naranja, el fin de la tarde, la luna se divisa ya mucho más grande y clara, a pesar de algunas nubes que anuncian que la noche será fría, el viento también agita sus cabellos y mueve la túnica que floja recorre la mitad del cuerpo de cada uno de los caminantes, el canto de las aves también se escucha en todas partes ya en la copa de los árboles, en sus nidos se preparan para enfrentar la noche, de repente el maestro detiene sus pasos, tu te adelantas un poco y al darte cuenta de que ya no caminan juntos giras tu cuerpo buscando al maestro, al amigo, tus ojos y sus ojos se encuentran.
Entonces mirando al Maestro le preguntas:
- Dime Maestro ¿Qué sucede? ¿Por qué detienes la marcha?
Dime Pedro, amigo mío, ¿Me amas?
- Maestro porqué de nuevo esa pregunta, ya me la has hecho otras veces y sabes la respuesta y sin embargo nuevamente me interrogas ¿Acaso dudas Maestro amado de que te amo?
El Maestro sonríe e inclina la cabeza. No Pedro no dudo de que me ames, pero creo que tu no comprendes mi pregunta, como no la comprendieron los que junto a mi caminaban antes, ni los que caminan ahora. Yo os pregunto ¿Me amáis?
Y en ese amar se encierra la verdadera forma de amar a vuestro Dios.
¿Me amáis porque soy Jesús el hijo de Dios?
O me amáis porque Soy Jesús vuestro Maestro, vuestro amigo, porque soy Jesús el hijo del carpintero.
- No comprendo Maestro. Dime en que radica la diferencia de este amor que siento por ti y el amor al cual tú te refieres.
Ven aquí hermano mío, vamos a hablar tú y yo.
Quienes me seguían manifestaron amarme, lo dejaron todo para ir en pos de mi, y eso estaba bien, pero en realidad hermano mío, amaban mi divinidad, amaban las grandes cosas que Yo en Nombre de mi Padre hacía.
Amaban lo prodigios,
Amaban mis milagros,
Amaban mi sabiduría,
Pero amaban solo eso.
Cuando me vieron colgado de un madero, cuando me vieron morder el polvo del suelo, cuando vieron derramar mi sangre, cuando me vieron entregado como un manso cordero, entonces ya no me amaban tanto.
Por eso te pregunto nuevamente ¿Pedro me amas? O amas la divinidad que hay en mí.
Si hoy Yo dejara todo, sino hiciera ni un solo prodigio más, si mis palabras ya no resonaran en tus oídos ni en los oídos de tu esposa, si me despojara de mi divinidad y pasara a ser simplemente el hijo del carpintero, si ya no les mostrara mi gloria, ni la morada de mi Padre.
¿Me amarías igual hermano mío?
El problema hermano mío es que aman lo divino de mi y no me aman a mi como un hermano, como un amigo que desea daros lo mejor de su ser para vuestra felicidad, el amar significa eso, amar confiadamente al ser amado sin esperar nada a cambio, ni prodigios ni milagros ni grandes muestras de poder, ni grandes fenómenos.
Cada día me decís vosotros los hombres, te amamos Jesús, pero en ese amor está el condicionamiento, amo el milagro que haces para mi, para mi familia, lo mucho que me das en bienestar, lo mucho que me regalarás si cumplo con lo que me toca cumplir, pero si vuestro Maestro hoy os diría, ya no soy más, el hijo de Dios, ya no soy más el divino Señor, ¿Cuántos de vosotros seguiríais amándome? ¿Cuántos de vosotros seguiríais mis pasos?
Cuando mi vida se entregó gratuitamente en la cruz lo hice por propia voluntad, porque os amaba, no esperaba que ni siquiera que me reconocierais, ni que me ensalzarais, estaba obedeciendo al Padre que está en los cielos.
OBEDIENCIA, el amor sin obediencia, hermano mío, no es amor, es un sentimiento, es algo que queda en las palabras.
Un día se te dijo, ¿Estas dispuesto a entregar lo que más amas? ¿Estás dispuesto a dar el amor y la vida de tu amada?
Y la respuesta no se hizo esperar. “Si Dios mío, hágase tu voluntad y no la mía”
Aunque el dolor te traspasaba como la espada que traspasó el corazón de mi Madre y la espada atravesó filosa el corazón de tu esposa. La vida ya no sería la misma y no hubo quejas, simplemente hubo aceptación. Eso es amor, hermano mío, a ese amor me refiero cuando te pregunto ¿Pedro me amas?, esa pregunta es la que hoy os digo a todos mis hermanos
¿Vosotros de verdad me amáis? Hasta dar la vida, hasta darlo todo por amor o me amáis porque soy el hijo de Dios, simplemente el que os regalará un milagro para vuestras vidas, el que os dará lo que vosotros deseáis recibir. Porque si es así entonces no me amáis ninguno de vosotros, ni amáis a mi Padre que es Dios.
Son muchos los hombres que desean servirse de Dios, quieren el poder de Dios y que ese poder de Dios esté respaldando los planes que vosotros tenéis y que esa sabiduría os libere de los obstáculos de vuestra vida, eso no es amar a Dios, eso es servirse de Dios en beneficio propio, eso es dejar de lado los planes de Dios para que se ganen vuestros planes.
Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve, se os ha dicho, y hay un gran peligro en eso de servirse de Dios, pues os quedaréis con vuestros planes, pero el plan que Dios tiene para vosotros no se os mostrará, estáis muy ocupados en empujar y repetir vuestro propio plan y resulta ser hermano mío que el plan de Dios para vosotros es mucho más bello, más sabio y más hermoso que aquél que vosotros podéis siquiera aspirar. En el plan de Dios está la verdadera felicidad.
Que no creéis en lo que se os dice, no creáis. Que no deseáis hacer lo que se os pide, no lo hagáis.
Pero tampoco entonces aspiréis a demasiadas cosas de Dios, os repito no amáis al hijo de Dios, amáis a la divinidad que en Mi hay.
Si mañana os quedarais sin escrituras, si mañana mi Padre borrara de la faz de la tierra todo cuanto está escrito, ¿Cuánto tiempo demoraríais en dejar de lado a Dios?
¿Seríais capaces de reconocer su Presencia en la naturaleza?
¿Seríais capaces de seguir amando a Dios en el canto de las aves?
En la tierra que se moja y da vida, en el río que corre caudaloso y riega las plantas y da vida a las flores. ¿Encontraríais nuevamente a Dios en las pequeñas criaturas que pueblan la tierra?
En los frutos, en los insectos, en las nubes.
Mira hermano el cielo en esta noche, las nubes lo están cubriendo y seguramente tendremos frío mañana, si tu Maestro esta noche se marcha sin ti, ¿Lo seguirás amando sin su Presencia? A ese amor me refiero hermano mío.
Os habéis acostumbrado a las escrituras y por eso corréis en busca de prodigios, de milagros, allí donde hay un milagro, multitudes vienen, porque necesitan de eso para creer y sin embargo entran a un templo y ni siquiera se acuerdan de que estoy presente en el sagrario, pasan directamente sin detenerse a saludar a su Señor, que está vivo allí, esperando por cada uno de vosotros.
¿Qué tristes cristianos sois? Que poco mostráis la resurrección de Dios, vuestro rostro se ve amargado, arrugado, y sombrío a quién pensáis que vais a convencer de ser seguidores de Cristo de esa manera.
Más bien huyen de vosotros.
SI NO CREEIS EN MI, SI NO SOIS CAPACES DE VISLUMBRAR CUAL ES UN MENSAJE DIVINO Y CUAN NO LO ES, ENTONCES NO DIGAIS QUE ME AMAIS, PUES ESTAIS MINTIENDO.
Amáis lo que podéis comprobar, tocar, observar y analizar es bastante pobre vuestro amor, nunca puede ver vuestro amor por Mí, más bien os vi reiteradas veces la espalda, alejándoos de Mí, cuando las circunstancias no eran favorables y aún así os di mi vida sin preguntas, simplemente porque en verdad os amaba con el mismo amor de mi Padre.
Amigo significa Amor, por eso os digo, os llamo amigos y no servidores porque donde hay una amistad sincera, verdadera y fiel, hay amor.
A tu esposa la conociste como amiga, recuerdas hermano mío, era tu amiga, tu hermana, pero dentro de esa amistad ya latía el amor, limitadamente, temerosamente de equivocar los pasos, pero dentro de tu ser sabías que el amor había entrado en tu vida con la fuerza de una flecha que atravesó tu existencia, tu tiempo y tu vida, ese es el amor que siento por vosotros, es ese el amor que deseo para Mi.
Ahora hermano mío, nuevamente te pregunto ¿Pedro me amas?
Ámame por lo que soy, no por lo divino que ves en Mi, no por mis milagros, no por mis prodigios, no porque soy el hijo de Dios, ámame porque soy Jesús, el hijo del carpintero, un hermano simple y sencillo como vosotros y a mi Madre no la ames porque es la esposa de Dios, ámala porque es tu Madre porque da toda su vida por vosotros, porque os acompaña, porque os cuida y porque os da todo su ser a vuestro servicio, a mi Padre no lo ames porque es Dios, ámalo porque es tu Padre, porque te ha dado la vida, porque está junto a vosotros cada día, porque os ha regalado un mundo en el cual vivir y porque cada día os da el milagro de despertar a la vida de un nuevo día no lo améis por cuanto os puede dar, amadlo por lo que es.
La noche ha caído ya, tus lágrimas corren por tus mejillas, el Maestro se dirige hacia ti.
Como ves hermano mío no habías comprendido mi pregunta, ni antes ni ahora, ahora ya la comprendes mejor. Cuando te pregunté aquella vez, ¿Pedro me amas? Sentías que desconfiaba de tu amor. Ahora ya sabes que no es así, deseaba que sepas para poder enseñar que descubras la verdadera respuesta a esa pregunta, aún sin ser el hijo de Dios siendo tan solo tu amigo, deseo que me ames hermano mío.
Una cosa más hermano mío, donde hay verdadero amor, hay obediencia sin preguntas, sin mezquindades, sin dudas, amor y obediencia van de la mano como aquella tarde en la que me entregaste a Mi y a mi Padre sin reservas y sin dudas como una ofrenda perfecta de amor el corazón de tu esposa, para que se cumpla en ella el designio de Dios, así debe ser siempre, confianza absoluta en que quien os ama no os dañará, sino más bien os completará para que se cumpla el plan divino de amor y no vuestro pequeño plan.
Ahora hermano mío, Martha y María nos esperan para la cena y aún queda mucho por andar.
El maestro pasa sus manos sobre tu hombro y emprenden el camino.
Las dos figuras se pierden de mi vista en la oscuridad de la noche, sin embargo un ángel viene hacia mi, es precioso lo reconozco es Joel ya un ser divino adulto.
Vamos hermana mía regresa a casa ya, aquí tienes a tu esposa hermano mío.
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