El ayuno es una preparación para las obras de Dios y para el cumplimiento de su voluntad en nosotros mismos y en el mundo. Tuve el privilegio de conocer a un santo sacerdote franciscano que vivía cerca de Medjugorje, en Siroki Brieg. Miles de personas asistieron a su funeral, pues no sólo tenía el don de sanación, sino también el de poder leer en las almas. Curó a muchos niños, y gente de toda Bosnia-Herzegovina y de Croacia venía a visitarlo para recibir su bendición. Era algo tosco y no perdía mucho tiempo intentando encontrar la raíz del problema. Alguien tenía una dificultad, él lo bendecía y esto era todo. Dormía en el piso y ayunaba muy seguido. Con su ascesis y su amor obtenía numerosas gracias del Señor. Se había vuelto muy popular a pesar de su aspecto un poco rústico.
Una de mis amigas croatas de Medjugorje, Ivica, me contó lo siguiente escuchado a su vez de su abuela, amiga de infancia de aquel religioso: Un día el Señor le habló a este humilde monje y le dijo: “Zdenko, ¿aceptarías ayunar a pan y agua durante 7 años?” Él respondió que sí, lo que en la practica no variaba mucho sus costumbres. Y ayunó durante 7 años. El último día del séptimo año, el Señor volvió a hablarle: “Zdenko, ¿aceptarías agregar un octavo año a tu ayuno?”, y de nuevo le contestó que sí. ¡¡El último día del octavo año fue el 24 de junio de 1981, fecha de la primera aparición en Medjugorje…!! Huelgan las explicaciones. ¿Cómo son preparadas las grandes obras de Dios en lo secreto? Lo sabremos en el Cielo.
Otro hecho relacionado con este franciscano: le llevaron a una mujer que todos los días le daba duro a la bebida. Todo era inútil contra su alcoholismo. El Padre Zdenko la recibía y le dijo: “¡No debes beber más! ¿Prometes no beber más?” La mujer lo prometió, el Padre la bendijo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y ella se fue. Al día siguiente, no bebió; tampoco al otro día. Pero al tercer día hacía mucho calor, y la tentación de beber se tornaba insoportable. Entonces ella toma un enorme vaso, lo llena de vino y lo acerca a sus labios. De repente ve un dedo encima del vaso y oye la voz del Padre Zdenko: “¡Te dije que no bebieras más!” Del susto, deja caer el vaso, y el vino se derrama por el suelo. ¡Esta mujer se curó de su adicción por el resto de sus días! Ésta no es más que una anécdota entre tantas otras. El franciscano simplemente ayunaba y oraba. ¿Cuántas vidas habrá salvado así? Como él, ¡podemos hacer tanto bien por medio del ayuno y la oración! Nuestra madre nos previene:
“Queridos hijos, en estos tiempos la paz está particularmente amenazada. Les pido que renueven el ayuno y la oración en sus familias. Queridos hijos, deseo que comprendan la gravedad de la situación y que gran parte de lo que suceda depende de su oración.”
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