28-04-2011
Virgen:
¡Oh, almas de los Últimos Tiempos!
Dichosas deberíais ver lo que os espera al final como recompensa. Deberíais pensar
más en ello. Oscuro como lo está todo, que os impide pensar en la Verdad de la
Salvación.
Ven a Mí, pequeña mía.
Ven: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Amén. Penetra y establécete en el sufrimiento. En este sufrimiento. Será sólo un instante.
Un poco. Comparado con toda la eternidad. No pienses, hija mía, y no razones.
Más bien déjate manejar. No pienses ni el por qué de tu elección ni cómo terminará
el Camino.
Simplemente: déjate ir por él.
29-04-2011
Virgen:
¿Quién ha visto en Mí el miedo? ¿Acaso Yo me dejé vencer por la duda y la
opresión del Maligno?
Diréis que Yo era la “Sin-mancha” y que por eso no sufrí las acechanzas del
Tentador.
¡Mentira! El Tentador se encontraba frente a Mí en muchos momentos de mi vida,
acechándome y pretendiéndome vencer, presentando batalla dura y cruenta contra
mi Corazón. De él manaron, en muchas ocasiones, ríos de sangre. Y antes de la
crucial Hora de la muerte de mi Hijo.
¿Te hirió el Demonio?
Mi Corazón se encontraba herido, sí, por el pecado, por vuestro pecado. Y
atravesado. Con siete espadas. Algo más que los siete Dolores que veneráis. Mi
Corazón sufrió mucho aquí en la tierra.
¿Y qué necesidad tenía Yo de sufrir, diréis, hijos, si Yo ya había sido rescatada
antes de nacer? Quise compartir en todo vuestra condición. Salvo en el pecado.
Por
eso, Amada, también soporté horas como las que tú soportas: en soledad, en
abandono y en negrura. A mí también se me ocultaba el Padre y sus Planes de
Acción. Muchas cosas maduraban en Mí a fuerza de meditarlas y meditarlas en mi
interior. Sí… Yo no era una criatura tan diversa de vosotros. Mis méritos los gané a
fuerza de lucha. Lo que nunca descendió en Mí fue el Amor, y procuré siempre, en
toda mi vida, avanzar y avanzar en él. Y aun hoy en el Cielo avanzo. Avanzo en el
Amor.
No contemplo estática el Trono de Dios, sino que mi Amor avanza y crece cada vez
más porque desea hacerse Infinito. Como el de Dios.
Así vosotros. Vuestro amor tiene que tender a hacerse infinito. Vestir todas las
realidades de mi presencia.
Mi presencia se os ha regalado en estos Tiempos. ¡Tomadme! Tomad el Corazón
de María para hacer vivas y nuevas todas las cosas.
Yo quisiera que mi Espíritu lo impregnara todo. Yo, al llamarme, llovería como
una lluvia de flores invisibles a vuestro hogar. Todo tornaríase nuevo.
Cread un Corazón de María en vuestro hogar.
Mirad lo sitios donde María mora: Lourdes, Fátima, Medjugorje.
Asemejad a ellos vuestro hogar.
1º. No pecado. Desterrad todo pecado. Quien entre y ponga los pies en vuestro
hogar, si no está en Gracia: sentiría (sentirá) deseos de confesar y estar en Gracia
nuevamente. Y si es un alma que no desea estar en paz con Nuestro Señor, no podrá vivir en vuestro hogar. Lo abandonaría rápido. La desazón le invadiría. Y no
podría formar parte con vosotros.
2º. Amor a Dios. Amor en todos los detalles: el orden, la austeridad, la limpieza, la
armonía. Nada feo, nada roto, nada sucio. Todo armónico.
3º. La laboriosidad. Nada ocioso. Nada vago y perezoso.
4º. La alabanza continua. El rezo en tu casa. El honor debido a Dios. La unión
con Cristo y con su Madre. El gozo del Espíritu.
Todo esto es posible. Empezad porque el triunfo de mi Inmaculado Corazón sea en
vuestra propia casa.
Cread “lugares de aparición Mariana”. Que vuestro hogar sea otra gruta de Nazaret.
Sea un Belén. Sea otro Egipto o un Cenáculo. Todos los lugares donde mis
discípulos estuvieron con su Madre.
Yo, hijos míos: Yo soy la respuesta. Soy Yo la que, por medio de Jesucristo mi
Hijo, he vencido a la Serpiente.
Solamente los hogares donde se entronice a María como Reina y Señora, Madre y
Maestra, podrán resistir este embate cruento del Enemigo sobre vosotros.
¡Pero no tened ningún miedo! ¡Ningún miedo, hijos, ningún miedo! No os pasará
nada. No os perderéis. Si estáis conmigo. Si permanecéis conmigo.
Yo ahora Soy la Mujer Rescatada de todo Desastre del Pecado. Camino como
Rescatada a vuestro lado y puedo y debo deciros cómo. ¡Quiero! Os quiero,
hermanos. Sois hombres y mujeres. Como yo. En mí está el Poder de Dios. Y Dios
quiere daros ese Poder para liberaros del pecado.
El pecado en el mundo es tal, es tan grande, y el Demonio está actuando tanto con
su poder, que sólo los que acudan a Dios a través de Mí, podrán librarse
definitivamente de su efecto.
Existen otros caminos para salvarse. Pero éste es el definitivo: a través del Corazón
de María.
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