21-05-2011
Jesús:
Querida niña de mi Corazón de Padre, Corazón de Dios… Yo quiero tu entusiasmo.
Querida niña de mi Corazón de Padre, Corazón de Dios… Yo quiero tu alegría.
Querida niña de mi Corazón de Padre, Corazón de Dios… Yo quiero tu amor.
Hacia Mí. Hacia todos. Hacia los que te aman, hacia los enemigos. Hacia todos.
Quiero tus ungüentos, ésos que limpian y calman las heridas.
Quiero tus cuidados. Hacia Mí. Hacia todos.
Quiero tus delicadezas. De esposa. De madre. ¡Hacia Mí! ¡Hacia todos!
(Era tan Hombre y tan necesitado, ¡y a la vez tan Dios!)
Yo creé el alma femenina para ser una ayuda, para ser una unción. Yo la creé para
mi recreo. Para mi Infinito Amor. Yo la creé para Dios.
La creé para que llevara al hombre al bien. No al mal. Para que pudiera elevarle.
No rebajarle. Para que le diera su amor. No su odio. No su venganza por el mal
recibido. La creé para su alegría y la Mía. Para su unión eterna. La suya507 y la Mía.
¿Cómo habéis pervertido esto? ¿Que no sabéis que por medio de vosotras, el
hombre alcanza la paz?
Veos depositarias de todos los hombres de la tierra. A vosotras se os están
confiados. Veros depositarias de su santidad. Entregádmelos. Volvedlos a Mí. “El
eterno femenino es el que impulsa hacia lo alto”.
Por eso el alma del hombre se encuentra tan perdida. Porque no hay verdaderas
mujeres en su camino.
Mujeres que impulsan al mal. Mujeres que llevan a la destrucción de su alma y la
de los que les rodean.
La Mujer por excelencia: María. Miraos en su Corazón de Madre.
Yo quiero hacer un llamamiento a todas las mujeres de la tierra.
Un llamamiento a
que recuperen su vocación: de esposa, de madre.
Sin la esposa, la madre, no hay un hombre, un padre.
La madre tiene el poder de volver el corazón del hombre hacia ella. No así el
hombre. Por medio del hombre, no se volverá el corazón de la esposa hacia él. No
tiene el poder. No lo ha recibido de Mí.
Comprended. Aprended a ser esposas, ser madres. ¡Todas! Todas las mujeres sois
esposas, sois madres.
Aun las que no tenéis hijos: sois madres. Podéis ser las
madres de Dios.508 Y seréis madres de muchedumbres, si lleváis la maternidad en
vuestro corazón.
Vuestro cuerpo, llamado a ser el descanso de vuestro marido, a la vez que vuestra
alma, es el que le causa el hastío. Vuestro marido no sabe miraros con ojos limpios,
con ojos de niño. Os habéis dejado pervertir. Habéis claudicado frente a la Serpiente. No fue él el que os tentó, fue la Serpiente. Él no os tentó, no tenía ese
poder para hacerlo.
Vuestra alma se encontraba al nivel de los ángeles. Vuestra alma, en su creación,
fue elevada a más nivel que la suya. Más similar al del ángel. Con más poder para
comprender lo alto. Con más unión con Su Creador.
¿No notáis vosotras que vuestra alma está en superioridad a la del hombre a la hora
de comprender las realidades sobrenaturales y estar más cerca de Dios? No es
mérito vuestro. Es, simplemente: naturaleza.
La mujer había de ser así, porque ella albergaría la vida y ella sería custodiadora de
la vida, de las nuevas generaciones. A ella le estarían confiadas todas las
generaciones de la tierra.
¡Oh, sublime misión! ¡Grandiosa! ¿Qué habéis hecho de ella? ¡Cómo arrastráis a
los hombres al mal! ¡Y cómo asesináis, destrozáis la vida de vuestros hijos!
¡Es antinatural! que una mujer abandone su campo de la familia509
.
¡Os habéis pervertido! ¡Habéis pervertido la humanidad!
¿Por qué hacéis caso a la Serpiente? Una y otra vez, no es que seáis Eva, sino
peores que ella en su pecado. Y encima no queréis arrepentiros.
El pecado de Eva, fue menor. ¡Ella no asesinó a sus hijos! Pese a comprender que
lo que anidaba en ella510 era perverso.
¡Cómo el espíritu del hombre clama a gritos por recuperar la imagen de la mujer!
¡Cómo añora y echa de menos a ella!
Ha desaparecido su compañera. Ha desaparecido la que le recordaba a Dios.
Vosotras, madres del futuro: educad a vuestras hijas para que puedan ser las
portadoras de la vida, de la generación futura. La que vivirá en la Nueva Creación.
Vosotras, madres del futuro: desterrad, no oíd, pisotead la voz de la Serpiente.
Aplastad su yugo. El que quiere imponer en vosotras para imponerlo al Resto.
María, Educadora.
Vosotras, madres del futuro: mirad a María. Que Ella os enseñe.
Amén.
507 Del hombre.
508 Cfr. Mt 12.48-50; Mc 3,31-35; Lc 8,21.
509 Hijos-marido.
510 Caín.
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