25-05-2011
Jesús:
Quisiera, amada, que fueras portadora de mi alegría.
Es ahora, en estos tiempos, cuando seréis privados incluso de lo necesario, que se
necesitará más que nunca la alegría.
¡Pobre humanidad! ¿La ves? Vagan desesperados. Anhelan la Fuente, anhelan el
Bien. Tienen sed del Bien. Tienen sed de Mí. Sed de Amor, que nunca será saciada
en otros amores de la tierra.
Yo, para el hombre y la mujer, era el Esposo. El Esposo llamado a unirme en
nupcias eternas con ellas.511 Cómo, al desdeñarme, se busca su insatisfacción
eterna.
¡Oh! ¡Estáis llamados a lo grande! Y no quiero que os conforméis con menos. No
es mi deseo que prolonguéis una agonía de apariencia de matrimonio, sin tener la
valentía de enfrentaros con la mentira. ¡Buscad la Verdad! en todos los momentos
de vuestra vida.
Hombre y mujer, llamados a una íntima unión entre ellos, llamados a una profunda
unión con su Creador. A semejanza del Amor de Dios por ellos, es el amor entre
los hombres en el matrimonio.
No… no busquéis, equivocados, otras fuentes de placer. El placer os lo dará la
verdad.
Una unión homosexual sólo conduce a la derrota y al hastío. No manifiesta nada de
la verdad sobre el hombre y le incapacita para encontrarse conmigo.
Cuando Adán vio a Eva, exclamó: “¡Ésta sí que es carne de mi carne y hueso de
mis huesos!”512 Ella le recordaba la imagen divina. En ella podía ver a Dios. Era un
reflejo de Dios. Fue su compañera y su sustento. Su alegría.
Adán, llamado para amarla, para hacerla feliz. Y la dicha de Adán consistió en
hacer feliz a Eva. Forma parte de la esencia masculina, los cuidados a su esposa, las
atenciones para hacerla feliz. Es haciéndola feliz y viéndola sonreír, cómo Adán es
dichoso.
Por eso, la belleza de la mujer, su hermosura y su felicidad, es lo que más gusta al
hombre. Y que el causante de esa felicidad sea él.
511 Con sus almas.
512 Cfr. Gn 2,23.
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