Dios es el Bueno, y es la Fuente de Felicidad de donde emana todo bien y toda felicidad para las criaturas.
Es necesario que tengamos esto presente, porque cuando nos sobreviene una desgracia, enseguida nos enfrentamos con Dios y le preguntamos porqué.
El ejemplo lo tenemos claramente en la Escritura, en el Libro de Job. Allí vemos cómo el demonio es el que causa los males a Job para llevarlo a la desesperación y a maldecir a Dios, mientras Dios le permite hacerlo para probar a su siervo.
Cuando algo nos cause algún mal, recordemos al instante que eso no viene de Dios. Que efectivamente Dios lo ha permitido, pero siempre que Dios permite algo, aunque sean cosas muy terribles, es por un bien para nosotros, aunque no lo entendamos en esta vida.
Pero no pocas veces sucede que al pasar el tiempo, ya vamos vislumbrando que lo desgraciado de un acontecimiento nos ha hecho crecer en amor y en misericordia. Y otras veces llegamos al extremo de decir que la desgracia que nos sucedió, que en aquel momento la vimos tan terrible, fue lo mejor que nos pudo pasar en la vida.
Es cierto que a veces los porqués taladran nuestra cabeza y debemos dejarlos en suspenso, y quizás no se nos aclararán hasta que no estemos en la eternidad. Pero confiemos en que Dios es Bueno y que siempre actúa movido por su amor. E incluso cuando castiga, permitiendo que nos suceda algún mal, es también por amor hacia nosotros.
Dios no puede hacer el mal, porque no puede quererlo ya que el mal es una imperfección, y Dios es perfecto. El mal nació solo, cuando el ángel más poderoso y excelente, se ensoberbeció y quiso ser semejante a Dios e incluso superior, y allí nació el Mal. Y de él vienen todos los males a los hombres.
Lo que no debemos hacer nunca es querer juzgar el actuar de Dios, porque con nuestra pobre cabecita no entendemos muchas cosas, y por eso no podemos pretender soberbiamente juzgar a Dios, porque Él sabe bien por qué hace cada cosa, por qué permite otras, y a veces no permite cosas que serían buenas aparentemente.
Si hacemos así, entonces estaremos felices sabiendo que hay un Bueno, Dios, que vela por nosotros, y que todo lo hace bien. Y aunque a veces el dolor nos hiera, tratemos de no echarle la culpa a Dios, porque Él no tiene la culpa de nada, sino que los culpables somos nosotros por nuestros pecados, y el demonio que está detrás de cada desgracia.
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