Asombro ante Jesús
Cambiamos de escenario. Dejamos Nazaret donde Jesús es despreciado por los suyos, y lo encontramos hoy en Cafarnaún, junto al lago. Aquí todo es distinto: solo el asombro llena esta escena. Escuchamos: “Quedaban asombrados”, “Hablaba con autoridad”, “¿Qué tiene su palabra?”, “Comentaban estupefactos”, “Da órdenes a los espíritus inmundos”, “Noticias de él iban llegando a todos los lugares”. En el centro, la curación de un hombre aquejado por un espíritu inmundo, presente en la sinagoga.
Aquí aparece la respuesta a las preguntas, ¿no es el hijo del carpintero? ¿De dónde le viene tal autoridad? Le viene de su coherencia de vida. Une bien todos los puntos que dan unidad a su persona. Predica la doctrina y libera a la gente del mal, anuncia y hace lo que anuncia, siente lo que dice y dice lo que siente, sana el mal físico y aleja el mal del espíritu, cura los males que le presentan y da la salvación al que se siente pecador. Es decir, en Jesús, todo suena a verdadero y auténtico -¡como que él es la Verdad!- su vida resulta convincente, su persona rezuma credibilidad.
¿Y nosotros? Como a discípulos de Jesucristo, nos toca salir a los caminos a curar, a sanar, a liberar de inmundos espíritus. Eso sí, siempre, “en nombre de Jesús”, como Pedro y Juan con el paralítico del Templo. Con fervor, celebramos los sacramentos; con pasión anunciamos el Evangelio; con audacia, luchamos contra los males de tanta gente que sufre.
Y, ¿cuáles son los males que encontramos en este mundo que habitamos? ¿De qué personas, como Jesús, sentimos lástima? Y nos topamos con enfermos de larga duración, incurables; personas hundidas en soledad; familias abrumadas, porque sienten que pende sobre ellos la espada del desahucio; parados sin trabajo y sin esperanza; cristianos llenos de temores morales, víctimas de un pésima formación religiosa;grandes extensiones geográficas sobre las que se cierne la epidemia del hambre. Y tantos, tantos excluidos, que no cuentan en la sociedad, maltratados.
Los hombres y mujeres de la Iglesia hemos de esforzarnos –sin voluntarismos, porque contamos con Jesús- esforzarnos para que nuestras palabras, gestos y obras susciten en los demás una “aceptación cordial” del Evangelio, y den gloria al Padre. Esta es la autoridad moral que debe presidir en nosotros, los seguidores de Jesús; no, la autoridad mundana envuelta en poder, dominio o pompa. Importa menos que las flaquezas y fragilidades nos atosiguen; pero es necesario que el mundo nos vea, a los que nos decimos cristianos, como personas auténticas, no hipócritas, que sentimos lo que decimos, que queremos obrar según decimos, que aspiramos a ser santos y, por lo menos, nos ponemos en camino de Evangelio. En fin, que en nosotros, a pesar de todo, resuene Dios.
a nosotros como dicípulos de Jesús, como hijos de Dios, nos falta bastante por hacer. En esta lectura claramente nos da otro ejemplo más del amor hacia el prójimo. Muchas de las veces teniendo las posibilidades para ayudar no lo hacemos, nos gana más la ENVIDIA, EL PODER, EL DINERO, LA HIPOCRESÍA lo que nos aleja cada vez ma´s del verdadero significado de ser HIJOS DE DIOS.......que tengan un lindo día y como siempre pidiéndole a mi SEÑOR que cada día nos de esa fuerza para luchar día a día con nosotros mismos para poder ser DIGNOS DEL AMOR DE DIOS......un abrazo a todos y bendiciones a millón..............
ResponderEliminar