Las dos lecturas de hoy nos ofrecen muchas enseñanzas para nuestra vida. Nos hablan sobre todo del sentido de justicia, de la generosidad y del trabajo. En la primera lectura escuchamos la fábula de los plantas, contada por Joatán para criticar el poder destructivo de los reyes. Sin pretender agotar todo el significado de la fábula, me parece interesante subrayar algunos detalles. Las tres primeras plantas, el olivo, la higuera y la vid, prefieren seguir produciendo sus frutos que alegran la vida de las personas antes que controlar, manipular y gobernar a las demás plantas. Es el espino, que no produce ningún fruto, el que acepta gobernar a los demás. Y lo único que ofrece a cambio es la destrucción. Hay una clara contraposición entre el servicio a los demás y el poder autoritario. ¿No es eso lo que sucede a los que buscan el poder a cualquier precio?
En el Evangelio Jesús cuenta una parábola un tanto desconcertante. El patrón paga a todos un denario, lo que en Galilea en aquel tiempo era lo suficiente para un día de una familia. Así se pone de manifiesto una concepción revolucionaria de la justicia de Dios que se opone a nuestra justicia calculadora. Mientras que nosotros creemos que ser justos es dar a cada uno lo suyo, para Jesús ser justo significa ser bueno. El dueño de la viña pagó un salario proporcional a las necesidades de los trabajadores y de sus familias, no al trabajo realizado. No se preocupaba tanto de los resultados del trabajo sino de que todos los trabajadores pudieran llevar lo suficiente a sus casas.
Las últimas palabras del Evangelio son la clave de todo el texto: Dios no se relaciona con sus hijos a partir del criterio del mérito acorde con el rendimiento sino a partir de su propia generosidad. No creo que Dios ande calculando lo que cada uno se merece. La parábola nos ayuda a superar esa imagen “deformada” de Dios, que se parecería más a un patrón que busca hacer las cuentas con sus empleados que a un padre que siempre desea lo mejor para sus hijos. El que pasa su vida calculando cuánto va a ganar y cuánto merece por las obras que hace no ha entendido lo que significa ser hijo de Dios, no ha entendido el Evangelio, no ha entendido lo que es seguir a Jesús.
En una sociedad como la nuestra en que se valora más la competitividad, los privilegios y la productividad, la Palabra de dios nos presenta una forma alternativa de vivir nuestras relaciones: el servicio desinteresado, la justicia que se fundamenta en la bondad y en la generosidad, el trabajo que busca por encima de todo el bien de las personas.
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