Queridos hermanos y hermanas,
Los textos del Evangelio que nos acompañan esta semana cambian hoy de tono. Hasta ahora se nos han presentado fragmentos que recordaban la frescura narrativa de los sinópticos: se han descrito episodios, acciones de Jesús. Ahora se nos ofrecen algunas de sus afirmaciones: extractos de uno de sus discursos. ¿Quién es Jesús?, ¿qué relación tiene con el Padre?
Es sábado y el Padre sigue actuando. Y además ha ungido al Hijo para que también lo haga. Este Jesús no es un hombre excepcional cualquiera: es el Hijo; es alguien que se permite hablar del Padre, de su relación con Él (poniendo muy nerviosos a gran parte de quienes le escuchaban).
Hace varias décadas, cuando la teología alemana llegaba fresca a las aulas españolas, oímos expresiones que chirriaban un poco en nuestros oídos: hablaban de Jesús como el lugarteniente del Padre, como su plenipotenciario… ¡Cómo si el Nuevo Testamento no abundara en términos bien hermosos para nutrir nuestra fe! El mismo Cristo nos ofrece hoy un sencillo tratado de cristología. No nos dejemos enredar en cuestiones extrañas: contemplemos la estrechísima relación Padre-Hijo, percibamos la hondura del amor que les une, del amor que ambos quieren compartir con todos nosotros y derramar generosamente sobre el mundo.
El Concilio Vaticano II lo afirma con bellas palabras: “Dios invisible, movido por su gran amor, habla a los hombres como amigos y vive con ellos, para invitarlos a entrar en relación con Él y hacerles partícipes de su propia vida” (DV 2). Saboreen la afirmación conciliar. No somos esclavos, ni siquiera amigos, ¡somos también hijos y hemos sido invitados a compartir la misma vida eterna que une al Padre y al Hijo! En nuestro camino hacia la Pascua puede haber hoy un momento especial para la acción de gracias: ¡Gracias, Padre, por invitarnos a formar parte de tu familia! Ayúdanos a responderte con generosidad y a hacer más fácil la vida de todos nuestros hermanos.
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