05-05-2000
(Primer Viernes)
Jesús:
Hola, Señor.
Dirigíos a Mí con la sencillez con que se trata a un Amigo.
Pero eres Dios.
Sencillez llena de respeto.
Diles a todos que les amo, que mis Entrañas se encuentran hoy abiertas, más que
nunca abiertas, para acogerles a todos. Porque es el último intento de mi
Misericordia, impulsada por mi Santa Madre, de atraerlos a todos a Mí. Por eso
acoged, albergad, abríos y abrazad al Gran Espíritu de Amor, que se derrama, se va
derramando ya nuevamente sobre vosotros para que podáis comprender, acoger y
responder a mi Llamada.
Ved cómo ya no queda fe, se apaga la fe, se va apagando. Comparadla con los
principios de mi Iglesia. Débil brasa que permanece aún caliente, pero a punto de
apagarse.
Comparadla con la gran Luz que brilló hasta los confines de la tierra.
Comparad y actuad en consecuencia. La diferencia, ¿en qué está? Estaba en María.
Si se olvida lo que hace que se encienda la hoguera, la yesca, ¿cómo se va a poder
encender? La que da Luz, la que os da la Vida. Acudid, acudid a Ella. Congregaos
en torno a Ella, como en un nuevo Pentecostés, que Ella os obtendrá del Padre la
nueva efusión del Gran Espíritu Consolador, Vivificador, Santificador. Ella os dirá
qué hacer. Os enseñará a amar a Dios, a cumplir su Voluntad y a imitarme a Mí, el
Cristo.
A algunos os enseñará el camino del calvario, como martirio: los que os
ofrecisteis. De entre ellos, elegiré a los que quiera, según el designio del Padre. No
me corresponde a Mí ni es una decisión de ellos: es el Padre el que les ha elegido.
No envidiéis su suerte. A cada uno os quiero en vuestro puesto. Es muy difícil
responder a tan grande elección, rezad por ellos.
Y ofreceos también vosotros,
todos vosotros. El Padre tomará vuestra ofrenda y la colocará en el sitio preciso.
Congregaos todos, unidos cual últimos rescoldos de las brasas de la lumbre, y
dejaos encender por María.
Uníos, amaos, y amad a los que os persigan. Bendecid, no maldigáis. Purificaos así
en vuestro camino. Es el Camino del Amor. Y llevad a otras almas por él. ¡Bendito
Camino!
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