Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Una vez más, el Papa Francisco volvió a condenar la violencia y el terrorismo en nombre de Dios y de la religión, y advirtió que se trata de una de las mayores blasfemias.
Así lo indicó en la audiencia que concedió en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano a los participantes en la Conferencia que, con el título de “Combatir la violencia cometida en nombre de la religión”, se está celebrando en Roma con la presencia de responsables políticos y autoridades religiosas.
Precisamente, Francisco destacó como uno de los puntos fuertes de esta Conferencia la implicación de personas con responsabilidades concretas que pueden aportar posibles soluciones a la violencia cometida en nombre de la religión y proponer vías para prevenirla.
“Es muy significativo que los responsables políticos y los jefes religiosos se reúnan y discutan entre ellos cómo combatir la violencia cometida en nombre de la religión”, valoró.
En su discurso, el Papa quiso repetir “aquello que ya he dicho en otras ocasiones, en particular durante mi viaje a Egipto: Dios, amante de la vida, no se cansa de amar al hombre y, por ello, le exhorta a combatir la violencia”.
“Son las religiones las que, principalmente, están llamadas hoy a llevar a cabo este imperativo porque, mientras nos encontramos en la urgente necesidad del Absoluto, es imprescindible excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia”.
De hecho, “la violencia es la negación de toda auténtica religiosidad. Estamos obligados a denunciar las violaciones contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a llevar a la luz los intentos de justificar toda forma de odio en nombre de la religión y a condenarlos como falsificaciones idolátricas de Dios”.
El Papa insistió en su rechazo a toda violencia en nombre de la religión: “La violencia propagada y ejercida en nombre de la religión no puede más que desacreditar a la misma religión; como tal, debería ser condenada por todos y, con especial convicción, por el hombre auténticamente religioso, el cual sabe que Dios es todo bondad, amor, compasión, y que en Él no se puede otorgar espacio al odio, al rencor y a la venganza”.
“La persona religiosa –continuó el Santo Padre– sabe que una de las mayores blasfemias es invocar a Dios como justificación de los propios pecados y crímenes, invocarlo para justificar el homicidio, la matanza, la esclavitud, la explotación en cualquiera de sus formas, la opresión y la persecución de personas y de poblaciones enteras”.
En este sentido, afirmó también que “la persona religiosa sabe que Dios es el Santo y que nadie puede pretender apropiarse de su nombre para hacer el mal. Todo líder religioso está llamado a desenmascarar cualquier intento de manipular a Dios para objetivos que nada tienen que ver con Él y con su gloria”.
“Es necesario mostrar, sin cansarse, que toda vida humana tiene en sí misma un carácter sagrado, que merece respeto, consideración, compasión, solidaridad, con independencia de la etnia, la religión, la cultura, la orientación religiosa o política”.
Asimismo, aseguró que “la pertenencia a una determinada religión no proporciona ninguna dignidad o derecho suplementario a quien se adhiere a ella, así como la no pertenencia no te disminuye”.
El Papa Francisco finalizó su discurso pidiendo un mayor compromiso de líderes políticos y responsables religiosos, así como de los educadores y demás formadores y profesionales de la información, para “detectar a cualquiera que haya sido tentado por las perversas formas de una religiosidad deformada, que nada tienen que ver con el testimonio de una religión digna de tal nombre”.
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