- El 6 de agosto de 2014, la ciudad iraquí de Qaraqosh cayó en manos del Daesh. Sin otra opción que la huida, los cristianos salieron de sus casas con lo puesto y unas pocas pertenencias.
- Las casas de los cristianos de Qaraqosh fueron desvalijadas y empleadas como campo de tiro o de refugio para las milicias del Daesh.
- Los yihadistas trasladaron todas las pertenencias cristianas a Mosul, donde fueron vendidas en un mercadillo.
El 6 de agosto de 2014, la ciudad iraquí de
Qaraqosh cayó en manos del
Daesh. Sin otra opción que la huida, los
cristianos salieron de sus casas con lo puesto y unas pocas pertenencias, formando así un verdadero tsunami humanitario, informa Ayuda a la Iglesia Necesitada
ACN.
A pesar del miedo, hubo quienes se quedaron en Qaraqosh para proteger a sus familiares más ancianos. Ajenos de la gravedad de la situación, David y su primo Mirat jugaban despreocupados junto con otro amigo en el patio de su casa cuando cayó el primer misil en la ciudad, justo donde estaban los pequeños. El amigo quedó gravemente herido, sin embargo, no se pudo hacer nada por la vida de David y su primo.
Sus padres aún no han logrado superar la desoladora realidad. Adip, la madre del pequeño David, apenas pronuncia palabra y la imagen de su rostro refleja que el dolor sigue muy presente, tanto en ella como en toda la familia Alyias.
Sus vecinos también sufrieron los bombardeos incesantes durante días: “Hacía un calor insoportable, sufrimos bombardeos durante 3 y cuatro días seguidos. Toda mi casa temblaba una barbaridad” explica Loay, el padre de familia.
Presos del miedo, cogieron su coche y algo de ropa y se pusieron rumbo a Erbil, capital del Kurdistán iraquí. El matrimonio tenía un bebé y la mujer, Haibat, estaba embarazada de su segundo hijo.
La carretera estaba abarrotada de gente. En un trayecto que normalmente se recorre en 30 minutos ese día llegaron a Erbil en 12 horas. Al entrar en la ciudad, lo primero que hicieron fue tumbarse en el suelo de los jardines de la parroquia de Mar Elia a descansar.
Salvaron sus vidas, pero dejaron todo atrás. La familia Alyias no llevaba ni pasaporte, lo que hacía muy complicado optar a una posible salida del país.
Por su parte, la familia de Loay permaneció en Erbil, ayudados en todo momento por la comunidad cristiana: “Sin la Iglesia viviríamos en el desierto, sé que no estoy solo. Ha sido la Iglesia la que se ha preocupado de todos nosotros”.
Finalmente, Haibat dio a luz a su pequeño en el distrito de Ankawa, donde han vivido durante estos años en una caseta prefabricada: “vivimos como los primeros cristianos: en comunidad y compartiendo todo”.
Las casas de los cristianos de Qaraqosh fueron desvalijadas y empleadas como campo de tiro o de refugio para las milicias del Daesh. Los yihadistas trasladaron todas las pertenencias cristianas a Mosul, donde fueron vendidas en un mercadillo con una etiqueta identificativa que decía: “Esto pertenecía a paganos”.
A pesar de todo el sufrimiento, Loay no tiene palabras de rencor ni odio contra los que expoliaron su casa y les forzaron al exilio: “Seguimos las enseñanzas de Jesús, que nos enseñó a ser misericordiosos y a perdonar; pido a Dios que perdone sus pecados. No les haremos ni les deseamos nada malo”.
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