20 de febrero de 1976
NO MATARÁS
Mi Ley es sobrenatural y eterna. Vosotros la llamáis ley natural porque es conforme a todas las exigencias de vuestra naturaleza
humana, a fin de que podáis conseguir aquel feliz equilibrio del que sentís necesidad.
Quien infringe esta ley, sea o no cristiano, perjudica la semilla de donde brota el justo equilibrio sin el que no puede haber en el
hombre serenidad y paz, por tanto felicidad; y va a romper el orden establecido por Dios con consecuencias incalculables.
Esto es evidente: pero la maldad humana, amasijo de soberbia, de rebelión y de división, infringe voluntariamente la ley y destruye
este germen divino llevando al hombre fuera del sendero del bien, haciéndolo perderse en un laberinto a menudo sin camino de
salida.
He aquí, hijo mío, que con satánica insistencia, contra todo elemental derecho a la vida, contra todo derecho de la naturaleza, se
quiere una inicua ley humana que legalice lo que Dios ha condenado desde siempre: el homicidio.
Esta ley: "No matarás", redactada y sancionada por el Padre, constituye una columna que sustenta el derecho natural. Quien la
infringe no solo se pone en una actitud soberbia de desafío a Dios Creador, sino que violenta la misma naturaleza, realizando un
crimen que grita venganza a los ojos del Cielo y de la tierra.
Matanza salvaje
Tú me has entendido, hijo: quiero hablarte del aborto, abominable parto de mentes congeladas por Satanás en el odio contra Dios y
contra el hombre.
A los propugnadores de esta ley, cuya crueldad no es inferior a aquella de Herodes, no les importa la inhumana matanza de
millones de criaturas inocentes e indefensas, no les importa romper la armonía de la Creación. Una cosa les importa: dar desahogo
al odio inextinguible contra Dios y contra los depositarios de la ley de Dios.
Es impresionante que los inventores de esta conjura, hecha contra Dios (porque éste es el móvil principal de quienes luchan por la
legalización del aborto), hayan encontrado tantos aliados.
Se han convertido en una multitud separada de Dios y encaminada por la
vía del crimen.
En medio de estos, tú ves no sin espanto a algunos de mis sacerdotes, incluso algún pastor que, disimulado, se hace pequeño para
no ser descubierto.
En vano, porque un día, aquel día grande de amargo llanto, Yo los acusaré frente a toda la humanidad por
haberse prestado a la realización de un inicuo plan del Infierno.
Culpa gravísima
El aborto procurado es culpa gravísima, cuyo origen es de Satanás, porque es transgresión de la ley de mi Padre, que es ley de amor
tendiente a conservar, defender y proteger el don impagable de la vida.
¿Qué hombre tiene el derecho de suprimir la vida de otro hombre?
¿Qué Estado puede arrogarse el derecho de romper el equilibrio de la naturaleza humana?
¿Qué Estado puede exaltar el derecho de abrogar una Ley divina? El pretender hacerlo es un crimen de tal gravedad que Dios no
puede dejar impune.
El aborto es abominación y perversión fruto de una sociedad corrompida y anticristiana.
¡Ay de aquellos sobre cuya conciencia pesará tan tremenda responsabilidad!
No solo Yo seré inexorable Juez, sino que serán los seres humanos, víctimas del aborto los que se dirigirán directamente a mi
Padre, Dador de la vida para pedir justicia sobre sus verdugos materiales y morales.
Hijo, la legalización del aborto es un producto de la barbarie materialista; pero cuántos otros hay: la violencia, los crímenes, la
droga, la pornografía, la corrupción organizada, secretamente querida y financiada, aunque públicamente deplorada.
Si te hiciera ver el verdadero rostro de esta sociedad incrédula, te repito que de ello te morirías.
Esta humanidad ha rechazado la salvación ofrecida por mi misericordia; la salvaré con mi justicia.
Hijo, reza, reza; ¡no te canses!
Hoy no ves sino lo que ha podido la perversidad del Maligno; mañana verás cuánto ha podido la oración y el sufrimiento de los
buenos.
Te bendigo, hijo mío; ámame.
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