«Cuanto peor vaya el mundo, más cala su mensaje». José Miguel Cuevas, profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Málaga, psicólogo en el Ayuntamiento de Marbella y uno de los nombres más autorizados a nivel nacional e internacional para hablar de la dependencia grupal, reconoce que la crisis y las revueltas o ataques terroristas en determinados puntos del planeta son caldo de cultivo para el crecimiento de grupos sectarios.
Si a ello le unimos un entorno caracterizado por la mezcla de culturas, creencias, nacionalidades y aderezado con un clima envidiable, el resultado no poco esperado es que la Costa del Sol es «zona caliente» para estas organizaciones. Lo cuentaMónica Pérez, redactora en Marbella del diario Sur.
Sectas en la Costa del Sol
«Ya hace años hablaba siendo prudente y a la baja de medio centenar de sectas establecidas en la provincia de Málaga; hoy llegamos a identificar más de 100, la gran mayoría de ellas radicadas en la Costa».
El profesor emplea el plural al hablar de su trabajo haciendo clara alusión a la investigación en la que desde hace años lleva embarcado en la Universidad de Málaga y a través del grupo PSY21 ‘La Psicología Social ante los desafíos del Siglo XXI’. Además, dirige la revista sobre manipulación psicológica grupal Traspasos, y es vicepresidente de la Asociación Iberoamericana de Investigación de Abuso Psicológico (AIIAP), especializada en relaciones sectarias, sectas destructivas y otras dinámicas de abuso psicológico.
Su contacto más directo con las víctimas de la dependencia grupal lo consigue a través de su labor como psicólogo en el área de Bienestar Social del Ayuntamiento de Marbella, única administración local a nivel andaluz que dispone de
un servicio público, específico y gratuito de atención a familiares y víctimas de las sectas.
Sólo durante el pasado año 2014 este departamento que pilota Cuevas atendió a cerca de 80 personas. «¿Que por qué estos grupos eligen la costa? Las hipótesis con las que trabajamos nos demuestran que igual que recogemos aquí todo lo bueno, también recogemos lo malo. Tenemos una gran riqueza cultural pero también pseudocultural. Y otra cuestión a tener en cuenta es que estamos en una zona con un clima increíble. Los líderes y organizaciones ponen el ojo aquí para organizar eventos externos», sostiene.
Los grupos que más preocupan
En su expansión por la zona, los grupos sectarios han ido evolucionando también en cuanto al contenido de su mensaje. «Si hace 5 ó 6 años había más grupos de corte clásico, o comunidades más cerradas, actualmente tenemos más casos de organizaciones que no viven en comunas, sino que están en sedes con la actividad de forma ambulatoria, por decirlo así», afirma Cuevas, quien apunta como uno de los vértices de grupos que están llegando, aquellos dedicados al ‘coaching’ coercitivo.
«Están a caballo entre el sectarismo y los programas de motivación, y con esto no quiero decir que todo el ‘coach’ ni el ‘coach’ sea coercitivo, sino que es en este campo en el que se han detectado más casos».
Un repunte importante han experimentado además los llamados grupos piramidales de corte comercial, donde existe una inversión. «Con el tema del desempleo hay mucha gente que se ha metido en estos grupos, en los que se les prometía trabajo y mucho dinero a cambio de una inversión. Pero más allá de esa inversión económica, el problema en estos casos se genera en la inversión en tiempo, de familia, de relaciones personales. Las personas cambian de actitud, presentan problemas de ánimo, y cuando ven que el sueño no se cumple empiezan a llegar los problemas de culpabilidad, creen que son ineptos y todo se agrava».
Otra innovación detectada en las investigaciones desarrolladas por este psicólogo es la cara aparentemente profesional con la que se presentan las nuevas organizaciones, que captan a personal profesional «como médicos o abogados que realizan a su vez una labor de captación o de lavado de imagen de la organización. Y ello lo hacen muy peligroso porque si un médico o psicólogo avala un programa, no tendría que ponerse en duda».
Víctimas y redes sociales
Lo que no parece haber variado con el tiempo y las modas es el perfil de la víctima de la dependencia grupal. Sencillamente porque, como sostiene José Miguel Cuevas, no existe un perfil tipo. «Todos, en algún momento, podemos ser captados, sobre todo por esa profesionalidad con la que a día de hoy se disfrazan. Lo mismo que no hay un perfil de mujer que sufre malos tratos, tampoco lo hay en dependencia grupal», asegura.
En cuanto a su presencia en Internet, explica, «existe mucha prevención y control, es cierto, pero a pesar de la ventaja que las redes sociales e internet nos ofrece para encontrar y detectar ciertos grupos, lo cierto es que nos ganan la batalla con la difusión de contenidos sectarios».
El mensaje del profesor José Miguel Cuevas no pretende ser derrotista, quiere llamar la atención hacia el «enorme poder de control» que las sectas, especialmente las de nueva creación, han encontrado en los nuevos medios que la gran mayoría de los mortales utilizamos a diario para comunicarnos.
Asegura este profesional que estas organizaciones han descubierto en los medios sociales una forma de captación basada en el lavado de imagen. «Por ejemplo, en Facebook, se puede tener a determinados grupos agregados, que no pertenecemos a ellos, pero que en un momento determinado hemos aceptado sin saber muy bien siquiera a qué se dedican. A ellos les sirve como escudo ser seguido por un elevado número de personas, es como el aval a su labor como algo fiable», argumenta.
«Tienen una forma de moverse y relacionarse muy eficiente, y el uso de las redes sociales es fundamental para ellos a día de hoy», explica este psicólogo especialista en dependencia grupal. Los grupos de Facebook o WhatsApp, asegura, les permite un control a distancia. «Ya ni siquiera haría falta acudir a reuniones o encuentros. Con un simple mensaje con una orden directa está el control asegurado».
La conclusión de este profesor es clara y directa: «bienvenidos sean estos medios, pero tienen este doble filo y estos peligros. Ojo a la hora de aceptar de quién vienen los mensajes que recibimos».
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