25 de febrero de 1976
SIEMPRE HE HABLADO
“Ahora no puedes desear más para creer en lo que te he dicho en relación con la crisis de Fe que envuelve a mi Cuerpo Místico.
¿Has visto cuánta fatiga es precisa, incluso de los así llamados buenos, para creer en Mí, Verbo de Dios hecho Carne, realmente
presente en mi Iglesia, en el Misterio de la Fe y del Amor? ¡Cuánta fatiga deben pasar los así llamados buenos para otorgar el
derecho de ciudadanía al Hijo de Dios!
Así, se logra todavía con mayor dificultad admitir que la palabra de Dios se puede manifestar a alguno, como y cuando Dios cree.
¡Yo quisiera hablar con todas las almas! Esta es una exigencia de mi Amor infinito.
Hablar quiere decir comunicarse con las almas,
y comunicarse quiere decir dar algo.
En mi caso comunicar quiere decir dar luz a las almas; pero son poquísimas las dispuestas a recibir y dispuestas a aceptar el
diálogo Conmigo. Para la mayoría faltan las previas disposiciones de fe, de humildad y de amor.
Las almas que carecen de estas virtudes no admiten que otras las puedan tener.
Si verdaderamente creyeran
La Cristiandad vive en las contradicciones. Se dice creer en Mí, Verbo hecho Carne, por tanto verdadero Dios y verdadero
Hombre, pero de hecho se me niega, negándome el derecho de hablar. Si verdaderamente creyeran en Mí, entonces creerían en lo
que Yo, Dios, he hecho desde los orígenes de la humanidad.
He hablado siempre a los hombres.
He hablado directamente a Adán y a Eva. He hablado a Caín.
He hablado a los Patriarcas, he hablado por medio de los profetas. He hablado por medio de mis Santos.
Yo, hoy, ¿¡no puedo y no debo hablar!?... y ¿sabes por qué? Porque para los materialistas Yo no existo.
El hablar, decía, es comunicar; comunicar quiere decir algo: una idea, una verdad o también una mentira como hacen tantas veces
los hombres con su espíritu torcido, dirigido al mal.
Lo que siempre y en todas partes ha sido una necesidad elemental de la naturaleza humana, se le quiere negar al Autor de la misma
naturaleza.
¿Qué saben ellos?
Algunos por ejemplo, no creerán, que Yo haya hablado por medio de ti, mi pequeña pluma despuntada.
¿Por qué? ¿No me he
servido Yo de San Pablo? Y ¿quién era Pablo antes de la conversión? ¿No me he servido de San Agustín? Y ¿quién era Agustín
antes de la conversión? Por medio de cuántos Agustines no he hablado a los hombres en los siglos... ¿Qué saben ellos de lo que
ocurre entre Mí y tu alma?
Es paradójico decir "Creo que Jesús es la Palabra viviente, es el Hijo de Dios" y luego negar que Jesús pueda hablar a una alma. La
primera afirmación es destruida por la segunda.
¡Cuántas otras cosas son hoy paradójicas en mi Iglesia!
Como el comportamiento de algunos sacerdotes que dicen creer en mi
Presencia real, cuando la realidad de su vida es un mentís a lo que dicen con los labios. Si creyeran en mi Presencia en el Misterio
del Amor, deberían creer también en la razón que me ha inducido a la institución del Prodigio Eucarístico.
¡Oh, hijo, si se quisiera analizar a fondo la vida y la fe de mis ministros, se llegaría a conclusiones amargas...
Reza, hijo, no te canses.
Te bendigo.
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