22 de Noviembre de 1978
¡SE OBSTINAN EN NO CREER!
Escribe, hijo mío, soy Jesús.
Hasta hoy, los mensajes que te he transmitido eran para lamentar males y abusos que se han creado en mi Iglesia con una finalidad sin embargo bien precisa y clara, la de tratar de ponerles remedio;
lamentablemente pocos los han tomado en serio;
los demás se han dejado enredar por la duda, por la incredulidad y por la abulia que les ha impedido poner la mano en el arado, ¡obstáculos todos provocados por los mismos enemigos en los que se obstinan en no creer, contribuyendo así a acrecentar los males y facilitando su obra demoledora!
He dicho que se obstinan en no creer, y esto, contra la evidencia. A cada momento se topan con hechos y sucesos a los que no se les puede dar explicación humana alguna y para los cuales, la razón y la lógica deben aceptar una explicación que trascienda la razón, pero ni esto vale...
Se comportan como niños que niegan a la mamá haber tomado a escondidas cualquier golosina mientras la están engullendo a boca llena...
¡Este es el comportamiento de tantísimos hombres de hoy frente a hechos que no admiten ninguna explicación humana!
Es la hora en la que las cosas se deben llamar por su nombre
Ve, hijo mío, cuántas dudas y hoy frente a por las palabras que están como subtítulo en la portada de los libros: "Confidencias de Jesús a un Sacerdote suyo "…
Se piensa y se dice que esto no puede ser y que no es posible, sobre todo cuando se piensa que estas palabras se hayan dirigido a un determinado Sacerdote, con nombre y apellido y conocido por todos con el fardo de sus miserias...;
no se dan cuenta estas personas de que pensando y razonando así se elevan sobre un pedestal a lo menos igual al de Dios, de quien intentan juzgar:
las intenciones; pero ¿quién puede juzgar las intenciones de Dios si está prohibido juzgar aún las intenciones de los hermanos?
la Potencia y los Poderes; pero ¿ quién puede juzgar los Poderes de Dios si son infinitos, y quién los puede medir?
Presunción inaudita de la que ni siquiera se dan cuenta, porque se dice y se piensa así sólo por falta de Fe; no se cree en realidad que nosotros seamos y vivamos inmersos en Dios, que es infinito y es la primera y absoluta Realidad de la que cualquier otra es...
¿Por qué entonces Yo, Dios y Hombre, es decir, Verbo eterno de Dios no habría podido o debido dirigirme a ti, hijo mío, y como a ti a tantos otros?
¡Así pues la soberbia humana ha llegado a tanto de pretender condicionar el modo de pensar y de obrar de Dios, Creador y Señor de todas las cosas!
Se ha dicho y pensado: Si Jesús tuviera algo que decir debía decírmelo a mi, que tengo la plenitud del Sacerdocio.. ¡y en esto la estupidez humana supera todo límite!
Te he dicho, hijo mío, que ha llegado la hora en la que las cosas se deben llamar por su nombre, y que Yo soy el Amor, pero te he dicho también que Yo soy la Verdad;
no es que Yo sea más Amor y menos Verdad o más Verdad y menos Amor, no, Yo soy Amor y Verdad y no es que la Caridad tenga un derecho de precedencia sobre la Verdad, no, ¡Yo quiero, hijo mío, Caridad y Verdad en igual medida.
Por la carencia de humildad la Iglesia agoniza
En vuestra reunión de B. has visto y constatado cómo se ha exagerado sobre una de estas virtudes en perjuicio de la otra, mientras que no puede ser la una sin la otra.
Ahora sin embargo aquello que te he dicho sobre las dos grandes e inseparables virtudes de la Caridad y de la Verdad vale también para todas las demás. En efecto, igual que en un cuerpo humano o social, si carece de un órgano vital no se tiene una vida buena y regular, así también de las almas, de manera que si un alma carece de una virtud Teologal, en ella la "vida", (vida de Gracia, vida Divina), se apaga, y si falta otra gran virtud, la "vida" languidece.
Hay pues hay otra virtud, que si bien no está enumerada entre las virtudes Teologales es fundamental y sin la cual la vida de la Gracia no puede existir, nunca podrá existir, y es la Humildad.
La carencia de humildad ha llevado a Mi Iglesia a agonizar y no perecerá sólo porque Yo no lo permitiré.
Hijo mío, ahora basta, continuaremos cuanto antes, pero quiero ahora decirte aún una cosa: no te preocupes por lo que se dice de ti y de la Comunidad, pues si verdaderamente me quieres amar Yo sólo te debo bastar, porque en Mí encontrarás todo, en Mí tendrás todo lo que verdaderamente vale, es decir: Fe, Esperanza, Caridad, Sabiduría, Humildad y todo otro verdadero bien.
Te bendigo y contigo bendigo a toda la Comunidad, a la que sigo, miro y amo.
Ámame, reza y haz rezar y reparar.
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