24 de Noviembre de 1978
YO SOY EL DIOS DE LOS EJERCITOS
Escribe, hijo mío, soy Jesús; esta mañana te hablé de la oración: arma formidable y siempre eficaz cuando se lleva a efecto en los modos debidos, pero estéril e inútil cuando faltan las condiciones necesarias en el alma de quien la hace.
Ahora, si Pastores, Sacerdotes, Religiosos y almas consagradas pierden de vista su estado de combatientes, pierden de vista también las armas, de las que un combatiente no se debe separar jamás, ¿no soy Yo "El Dios de los Ejércitos"? Pero ¿qué cosa entienden mis consagrados con estas palabras?
Las palabras "Dios de los Ejércitos" hoy no son ya agradables, por eso simplemente se han borrado de la Biblia... Pero la realidad no ha cambiado por esto. Yo soy, permanezco y seré, téngase bien presente esto, "el Dios de los Ejércitos". No lo olvidéis, sobre todo vosotros, constructores de mi Iglesia hecha nueva, porque ésta será una de las principales bases de la regeneración espiritual del post purificationem[104].
¿Quiénes son Mis soldados? Todos los confirmados son los que formarán las nutridas legiones de la Iglesia Nueva.
Todos los gobernantes de este mundo tienen sus soldados. ¿Solamente el Omnipotente Dios "Rex omnium cordium"[105] no debería tener los suyos?
¡Yo soy verdaderamente REY y por lo tanto tengo y tendré mis ejércitos por los siglos eternos!
¡iglesia envilecida y desacreditada por deprimida en cuanto a combatividad!
Hijo mío, ¿por qué a los ojos del Mundo Mi Iglesia ha sido tan envilecida, desacreditada ridiculizada y vejada en tantos modos? Precisa y únicamente por deprimida en cuanto a "combatividad".
Las milicias de un ejército, abandonadas y dejadas a sí mismas terminan por dispersarse y anularse y si además luego se hace de todo para convencer a valientes soldados de que el enemigo no existe, que existe sólo en la fantasía de unos pocos dementes ilusos, es claro que la moral de esos soldados poco a poco se resquebraja y se destruye...
He aquí, hijo mío, esto es precisamente lo que han hecho Pastores y Sacerdotes;
bajo la martilleante acción diabólica han tendido insidias a mis soldados, engañándoles para convencerlos de que no se debe hoy hablar de "soldados", ni de enemigos, ni de luchas, porque todo esto es sólo fruto de la exaltada imaginación de pobres enfermos de esclerosis galopante;
que las palabras "Dios de los ejércitos" deben desaparecer como cosas y tabúes de otros tiempos...
así mientras tanto el Enemigo lleva a cabo su obra de destrucción espiritual, moral y no raramente aún física, sin encontrar ninguna resistencia, porque ya no hay, salvas siempre las debidas excepciones, quien se oponga a los asaltos cada vez más violentos de las potencias oscuras del mal.
¿Dónde encontrar la explicación de esta gran tragedia?
El Enemigo de la Iglesia sabe muy bien con qué hacer palanca sobre el espíritu de quienes tienen puestos de responsabilidad, sobre todo de quienes en el Ejército de mis Soldados tienen puestos de Generales o de Oficiales con la grave tarea de mantener vivo en el ánimo de los soldados, su estado de combatientes y de adiestrarlos e instruirlos para conducirlos a la victoria;
la sola gran victoria que vale para toda la eternidad y que verdaderamente vale la pena combatir en el camino de vuestra vida.
¡No Misericordia por tanto, sino Justicia!
¿Qué importa al hombre conquistarse estima, gloria, riquezas, placeres, honores, si luego al fin de su vida encuentra la condenación eterna en el Infierno "eterno"?
Ninguna mentira, engaño o traición podrá jamás anular esta tremenda realidad ni esta espantosa condena que no admite apelación alguna, aun con el pasar de los milenios...
he aquí otro engaño del Demonio: Hacer creer que después de algunos milenios la Justicia Divina será cambiada en un acto de Misericordia...
oh necedad humana que haces de los hombres que son Hijos de Dios y soldados míos unas pobres criaturas dementes y siempre listas a tragarse el anzuelo lanzado por aquel que es el más acérrimo enemigo del hombre, al que odia y engaña sólo para hacer de él un esclavo suyo para toda la eternidad.
Permíteme una vez más, hijo mío, deplorar la postura de quienes habiendo sido elegidos para ser Corredentores y Colaboradores fieles en la tarea y en la más grande Misión que el Omnipotente Dios podía asignar a una pobre criatura humana, ¡se hayan transformado en cambio en "traidores" de Aquel que los había elegido entre tantos otros!
¿Se podía, hijo mío, desde lo alto de la más sublime dignidad precipitarse así tan abajo como para hacerse "siervos y esclavos" en la iglesia de Satanás, siempre en abierta oposición a Mi Iglesia y para daño y ruina de las almas "rescatadas" con la Preciosa Sangre de Mi Humanidad?
¡No Misericordia, por lo tanto, sino Justicia para estos mentirosos que no han jamás verdaderamente conocido qué cosa quiere decir amar!
Te bendigo, hijo, y contigo bendigo a todos aquellos que humildemente aceptan Mi Palabra y la ponen en práctica:
"bienaventurados los que crean aún sin haber visto".
Reza, repara y ámame siempre como Yo te amo a ti.
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