24 de Noviembre de 1978
LA "ORACION" SAETA QUE PENETRA Y RASGA LA OSCURIDAD
Escribe, hijo mío, soy Jesús.
En los anteriores mensajes hube de decirte que como toda medalla tiene su doble cara, positiva y negativa, así es en mi Iglesia, muy rica también en bienes espirituales. Esta mañana quiero hablarte de uno de estos bienes en particular, de la oración; ella es:
arma poderosa con la que podemos obtener de Dios todo;
arma formidable con la que aun los más débiles pueden transformarse en fuertes, hasta el punto de hacerse invulnerables a todos los ataques lanzados por los enemigos;
arma que si es usada sabiamente consigue siempre hacer prevalecer al combatiente sobre el enemigo;
es el arma empuñada constantemente por los Santos y de la cual Yo, Verbo eterno de Dios, he hablado ampliamente en el Evangelio.
La oración es pues el arma por Mí confiada a mi Iglesia como "garantía de seguridad y de cobertura", es un arma infalible si se usa con humildad, fe, esperanza y amor, es decir, si es usada en las condiciones de perfecta salud espiritual, en cuanto que quien usa esta arma debe estar en Gracia de Dios, ya que la Gracia nos liga a Dios con un "pacto de amistad", esencial a todos los efectos, sea para las victorias particulares como para la victoria final. Entre las numerosas sombras y la densa oscuridad que envuelve a Mi Iglesia, la oración es como saeta que penetra y rasga esta oscuridad como un rayo luminoso, como una flecha imparable; es arma poderosa que detiene siempre la arrogancia del Enemigo y lo pone en fuga.
…orad... de otro modo pereceréis todos
Hijo mío, hoy la situación de la Iglesia es muy precaria, es como la de un gran Imperio en la víspera de su caída, pero la cosa más extraña es que la humanidad advierte la gravedad del momento sin encontrar la fuerza para sacudirse y reaccionar empuñando el arma infalible, capaz de detener la derrota ya en acción y para salvarla de la extrema ruina.
Una vez más te recuerdo, hijo, que la Iglesia habría debido acoger las amorosas y autorizadas invitaciones de mi Madre en La Salette, en Lourdes, en Fátima y en tantos otros lugares; invitaciones con las que la común Madre nuestra, con sencillez y claridad ponía sobre aviso a Iglesia y Mundo para sustraerlos de la tremenda ruina de la purificación "Haced penitencia, rezad, ha dicho señalando la Corona del Santo Rosario, de otra manera todos pereceréis".
Cuántas veces lo ha dicho, pero ¿cómo ha respondido el Mundo y cómo ha respondido mi Iglesia?
Pocos, poquísimos en comparación con la inmensa mayoría de los hombres, han acogido la invitación del Cielo;
¡orgullo y soberbia no han permitido a los Cristianos y a los hombres de este siglo desventurado, caído entre las insidias de las viscosas potencias infernales, creer en la común Madre!
No se han tomado en su justa consideración las palabras llenas de Amor y de Misericordia de la Mamá Celestial; no se ha dado la respuesta esperada con ansia, esto es, la respuesta de la conversión, la oración y del arrepentimiento, es más, se ha continuado haciendo de todo para alejar a Dios del corazón del hombre, para descristianizar a la Iglesia, hundiéndola cada vez más en el materialismo para hacerla olvidar su gran misión Divina.
¡Oh, cuán fáciles son los hombres para olvidar las tantas veces que han sido salvados por la Misericordia Divina, particular y socialmente considerados!
La Iglesia, y con ella la Civilización Cristiana, ¿no ha sido salvada en Lepanto de las Potencias de la Media Luna?
Tal salvación sin embargo le llegó a la Iglesia y a las almas particulares ¡siempre y sólo por la "oración"!
los creyentes se salvarán como se salvó Noé
La cristiandad está llena de estupendos Santuarios y de magníficas Iglesias esparcidas por doquier para recordar el poder del Santo Rosario y de la oración en general, pero el materialismo de estos últimos tiempos, usando de todos los medios ha hecho de todo para hacer olvidar al hombre su dignidad de Hijo de Dios y, siempre disfrazado de tantos modos diferentes, ha intentado matar la fe en el hombre, haciéndolo así completamente sordo a las llamadas del amor de Dios.
Los hombres de este siglo XX han sido sumergidos en todas las realidades materiales para hacerles olvidar la única y gran Realidad, fundamento y base de todas las demás, esto es, Dios.
¡A tanto ha llegado la obstinada maldad de Satanás!
Hijo mío, la Iglesia no perecerá y no perecerá precisamente por el poder de la oración de los pocos buenos y por las humildes oraciones de aquellos que no se han dejado engañar por las insidias venenosas del Infierno.
Estos están ya marcados y se salvarán como se salvó Noé con los hijos de sus hijos en el Arca, de la que tanto se rió la necedad y la ceguera de aquellos que no creyeron.
Mi Padre Celestial jamás apartará de Sí a aquellos que Celestial Le elevaron su fervorosa oración con fe viva y con corazón humilde y sincero.
Basta, hijo mío, continuaremos pronto, por ahora te bendigo y contigo bendigo a todos aquellos que colaboran en la difusión de mis mensajes.
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