Queridos amigos:
Uno de los misterios más grandes de la naturaleza es que de la muerte pueda surgir una nueva vida. Jesús en el evangelio de hoy recurre a la semilla de trigo para explicar el sentido de su propia vida entregada como una semilla que cae en la tierra y se multiplica. Jesús nuestro Señor ha vivido esa experiencia de la dar la vida por los demás hasta la muerte en la cruz. Todo lo que ha hecho ha sido para multiplicar la vida para los demás. Y como Él tenemos que hacer todos los que seguimos sus pasos viviendo como cristianos.
Este lenguaje tal vez nos suene como demasiado duro. ¿No sería posible multiplicar el grano de trigo o de maíz sin necesidad de pudrirse bajo tierra, sin tener que deshacerse y desaparecer? Por ese motivo ser cristiano de verdad es un gran desafío y nada fácil.
El evangelio habla de unos extranjeros, unos griegos, que quieren «ver» a Jesús. Son como la vanguardia de la humanidad que viene a Jesús. Y Jesús con una serie de breves pinceladas presenta la significación de su muerte, explicada con la parábola del grano de trigo que cae en tierra para dar fruto. Así Jesús con su muerte en la cruz va a multiplicar la vida para toda la humanidad a lo largo de la historia.
S. Pablo en su carta a los cristianos de Corinto hace referencia a la colecta que están haciendo para ayudar a quienes en aquellos años de hambre están pasando necesidad, y les recuerda que “Dios ama a quien da con alegría”. Desde la primera predicación de los apóstoles los cristianos hemos aprendido que nuestra fe en Jesús significa compartir nuestros bienes, ayudar a quien pasa necesidad.
Doscientos años después de S. Pablo vemos en S. Lorenzo mártir el testimonio de los cristianos de Roma. Era uno de los diáconos de la Iglesia. Su responsabilidad consistía en el cuidado de los bienes de la comunidad para distribuir limosnas a los pobres. Eran tiempos de persecución contra los cristianos y hasta el propio Papa fue martirizado. Las autoridades querían apoderarse de los bienes de la Iglesia, pues al ver que ayudaban a tanta gente, pensaron que tenían escondidos grandes tesoros. Lorenzo invitó a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con las limosnas de la comunidad. Y dijo a las autoridades de Roma: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia, son vuestros”. Podemos imaginar la cara de rabia de aquellas autoridades que mataban a los cristianos para robarles todo lo que tenían. Por eso sometieron a Lorenzo a la tortura más feroz. Era el 10 de agosto del año 258.
Qué ejemplo tan actual para todas nuestras comunidades. El Papa Francisco nos insiste una y otra vez para que no miremos “a otro lado”.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
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