Querido amigo/a:
Hace ya años que tomé la decisión de no ver debates televisivos por una sencilla razón: no me gusta su estilo porque son una excelente escuela de la “no escucha”. No importan los argumentos y razones de los diferentes contertulios porque no están abiertos a que la opinión de los otros les pueda enriquecer o ampliar su perspectiva. En estos shows mediáticos no se escuchan unos a otros, ni siquiera el moderador puede arbitrar el turno de palabra con armonía. Lo que importa es que argumentos esgrimir para contra atacar, quien tiene la razón absoluta, quién grita más, quién descalifica con mayor agresividad, quién es más polémico en sus declaraciones…, un auténtico circo.
En nuestras comunidades cristianas, en nuestras parroquias, en nuestra Iglesia en general, tenemos que estar atentos para no caer en este estilo vulgar a la hora de dialogar y discernir cuando buscamos juntos la verdad. Es necesario aprender a escucharnos de verdad aceptando las diferencias como una posibilidad de enriquecimiento. Hago esta reflexión a raíz de la primera carta de San Pablo a Timoteo en la que previene a su discípulo de esta tentación de poder que desde muy antiguo ya acontecía en las primeras comunidades cristianas: …si alguno enseña otra cosa distinta […] es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza. […] Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto; practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Amor, paciencia y delicadeza que sí practicarían las mujeres que acompañaban a Jesús: María Magdalena, Susana, Juana y otras que, junto con los Doce, iban caminando de pueblo en pueblo anunciando el Evangelio. Una comunidad muy diversa formada por mujeres de diversas procedencias, hombres de distinta condición social, todos juntos, ¡menuda mezcla para la época de Jesús!, pero en armonía, en paz, en pluralidad, enriqueciéndose y disfrutando unos de otros. Otra manera de relacionarse, de trabajar en equipo, de hacer comunidad. Me quedo con este estilo.
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
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