“Sor Ana Catalina Emmerich”
“R E V E L
A C I O N E S”
“PREDESTINACION DE LA SMA. VIRGEN”
Sancta
Maria, ora pro nobis.
Vi un cuadro maravilloso: Era DIOS, que después de la caída
del hombre, mostraba a los ángeles cómo quería regenerar al linaje humano. A primera vista no comprendí ese cuadro, pero
pronto se me esclareció.
Vi el trono de Dios,
la Santísima Trinidad y como un movimiento en Ella. Vi los nueve coros de ángeles a quienes Dios
anunciaba de qué manera iba a reparar a la humanidad ya caída. A este anuncio, vi un gozo indecible entre
los ángeles.
El desarrollo de los designios de la Misericordia de Dios
sobre el hombre fue mostrado en diversos
cuadros simbólicos. Vi aparecer esos
cuadros en medio de los nueve coros angélicos y enlazarse unos con otros como
una historia. Vi a los ángeles cooperar
en esos cuadros, protegerlos y defenderlos.
No puedo referir con exactitud la serie y encadenamiento de esos cuadros; pero con el auxilio de Dios
diré aquello de que me acuerdo:
Ví ante el trono de Dios una montaña de piedras preciosas;
crecía y se desarrollaba sin cesar y tenía gradas y se asemejaba a un trono y luego
tomaba figura de una torre. En esta
forma, encerraba todos los tesoros
espirituales, todos los dones de la Gracia.
Los nueve coros de ángeles la rodeaban.
A uno de los costados de la torre vi, como sobre un pequeño ribete
formado por una nube dorada, aparecer cepas de vid y espigas de trigo que se
entrelazaban como entre los dedos de ambas manos juntas.Vi presentarse en el
cielo una figura semejante a una Virgen que entró en la torre y se hizo una
misma cosa con ella. La torre era muy
alta y plana en la cumbre; me pareció que por el envés tenía una abertura por
la cual entró la Virgen. No era ésta la
Virgen María en el tiempo, sino la Virgen María en la eternidad, en Dios. Vi
producirse su aparición ante La Santísima Trinidad del mismo modo que el
aliento de la boca se condensa en sutil vapor.
Vi también salir de La Santísima Trinidad una figura hacia la
torre. En ese momento, apareció en medio
de los coros como un tabernáculo del Santo Sacramento. Parecía que todos los ángeles trabajaban en
él y tenía la forma de una torre rodeada
de imágenes simbólicas de toda clase. A
su lados había dos figuras que extendían las manos detrás de él. Este vaso espiritual parecía crecer
continuamente y cada vez se hacía más rico y más magnífico. Entonces vi salir
de Dios cierta cosa y pasar por entre los nueve coros de ángeles, esto se
pareció semejante a una nube luminosa que se distinguía más y más a medida que
se acercaba a ese tabernáculo de santidad al cual entró finalmente.
En cuanto puedo comprenderlo, era esto una bendición
substancial de Dios relativa a la continuidad de una línea pura y sin
pecado, o por decirlo así, a la
producción de puros renuevos. Vi en fin
esta bendición en forma de haba brillante entrar en el tabernáculo, después de
lo cual, éste se perdió en la torre.
“R E V E L A C I O N E S”“EL NACIMIENTO DE
MARIA SANTISIMA”
Stella
matutina, ora pro nobis
Días antes de su parto, Ana había anunciado a su esposo
Joaquín que este suceso se aproximaba.
Envió ella mensajeros a Séforis donde vivía su hermana
Maraha, al valle de Zabulón a casa de María Enué, hermana de Isabel y a
Betsaida a la casa de su sobrina María Salomé para invitarlas a que viniesen a
su casa. Vi a Joaquín la víspera del
parto de Ana, enviar numerosos servidores a los parajes en que pacían sus
ganados. Entre las nuevas criadas de
Ana, nó dejó en casa sino las indispensables para el servicio; él mismo fue al
campo más inmediato.
Joaquín oró por
largo tiempo, escogió los mas hermosos corderos, cabritos y bueyes y los envió
al templo como sacrificio de acción de gracias.
No volvió a casa sino hasta la noche.
Las tres parientas de Ana llegaron al anochecer a la casa de Joaquín. La
visitaron en el cuarto que seguía a la sala principal y la abrazaron. Ana después de anunciarles la proximidad de
su parto, estando de pié entonó con ellas un cántico en éstos o semejantes
términos: “Alabad al Señor Dios; El ha
tenido piedad de su pueblo, ha cumplido la promesa que hizo a Adán en el
Paraíso, cuando le dijo que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de
la serpiente” . Después de ésta
oración de bienvenida, se sirvió a las mujeres una pequeña cena de pan, frutas
y agua mezclada con bálsamo. Ellas
comieron y bebieron de pié y después se fueron a dormir para descansar del
viaje y Ana se quedó de pié y
oraba. A medianoche despertó a sus
parientas para que orasen con ella ;
la siguieron y se colocaron detrás de una cortina en el sitio del lecho. Abrió Ana las puertas de un pequeño nicho
cavado en el muro y que encerraba reliquias en una caja. En ambos lados encendieron luces pero ignoro
si eran lámparas.
Un escabel
rellenado estaba al pié de esa especie de altarcillo. En el relicario había cabellos de Sara, por
quien Ana conservaba gran veneración, huesos de José que Moisés trajo de
Egipto, cierta cosa de Tobías, quizá algún pedazo de vestido y el vasito
brillante en forma de pera en el cual bebió Abraham cuando lo bendijo el ángel
y que Joaquín había recibido con la bendición.
Ahora sé que ésta bendición
era de pan y vino y como un nutrimento o comida sacramental.
Ana se arrodilló
delante del nicho, dos de las mujeres estaban a sus costados y la tercera a sus
espaldas; Ana dijo entonces un cántico y creo que era sobre la zarza de
Moisés. En ese instante una luz
sobrenatural llenó el cuarto y se movía
y condensaba en derredor de Ana.
Las mujeres cayeron de cara como desvanecidas; la luz tomó en torno de
Ana la forma de la zarza de Moisés en el
Horeb, de suerte que no vi más a la esposa de Joaquín. La llama radiaba hacia el interior y de
repente, vi que Ana recibiese en sus brazos a la niña María toda
resplandeciente; la envolvió en su capa, la estrechó contra su seno y enseguida
la puso sobre el escabel ante el relicario y continuó en oración. Entonces oí llorar a la niñita y vi que Ana
sacaba pañales debajo del gran velo que la cubría. Envolvió a la criatura hasta bajo sus brazos,
dejando descubierto pecho, cabeza y brazos, la aparición de la zarza ardiendo
se había disipado.
Las mujeres se
levantaron y quedaron sorprendidas, verdaderamente emocionadas y tomaron a la
recién nacida en sus brazos; ellas lloraban de puro contento. Todas entonaron un nuevo cántico en acción de
gracias y Ana suspendió en el aire a la niña como para ofrecerla a Dios.
En ese instante ví de nuevo llenarse de luz el aposento
y oí a muchos ángeles que
cantaban “Gloria” y “Aleluya”. Entendí
todo lo que decían: Anunciaban que a los 20 días, la niña recibiría el nombre
de María.
Ana entró a su
pieza para acostarse y se puso en la cama.
Las mujeres desnudaron a la niña, la bañaron y la envolvieron de
nuevo. Después de esto, la llevaron a su
madre, cuya cama estaba dispuesta de manera que se podía poner en ella un
canasto descubierto en donde la niña tenía un lugar aparte al lado de su madre.
Las mujeres
llamaron entonces a su padre Joaquín, vino cerca del lecho de Ana, se arrodilló
y derramó abundantes lágrimas sobre la niña; luego la levantó en sus brazos y
entonó un cántico de alabanzas como Zacarías en el nacimiento de Juan.
En ese salmo
habló del santo germen que, puesto por Dios en Abraham, se perpetuó en el
pueblo de Dios con la alianza sellada por la circuncisión y que en ésta niña llegaba en su última
florescencia. Oí además en éste cántico que
la palabra del profeta Isaías: “Una vara
saldrá de la raíz de Jessé”, estaba
ahora cumplida. Dijo también con mucho
fervor y humildad que ahora moriría él de buena gana.
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