Jacinta de Fatima: “Los pecados que causan que más almas vayan al Infierno son los pecados de la carne.”
Era bien conocido entre los sacerdotes ancianos que Padre Pio no era contra usar lenguaje duro, brusco, y asombroso, como ya vimos. Esto fue especialmente verdad cuando trataba de casos de impureza, escándalo, calumnia, y pecados contra la Maternidad. No perdonaba a estas personas sin reprimenda, y frecuentemente una muy severa. Mientras que pecadores graves estaban frecuentemente amonestados con una advertencia severa, a otros fue rehusada la absolución porque no fueron suficientementepreparados.67 Padre Paolo Rossi, el postulador general de los capuchinos, dijo: “Padre Pio tenía un carácter brusco.”68
Un hombre infiel a su mujer confesó a Padre Pio que tenía “una crisis espiritual.” Padre Pio se puso a pie y gritó, “¿Qué crisis espiritual? Eres un vil cerdo y Dios está enojado contigo. ¡Fuera!”69
Otra mujer joven confesó que había cometido pecados contra la pureza. Sin embargo, ella supo que cuando regresara a su casa caería otra vez en la misma tentación y cometería el pecado otra vez. Careció el firme propósito de enmendarse (la firme resolución de cambiar la vida y dejar de pecar) – un componente esencial de hacer una confesión válida. Padre Pio rehusó absolver a ella. Ella regresó y hizo la misma confesión, pero Padre Pio no absolvió a ella. Esto ocurrió cuatro veces en seguida. Inmediatamente antes de su quinta confesión, ella pensó para sí: “Prefiero morirme antes que cometer este pecado otra vez,” y pensaba de esto durante toda su confesión. Padre Pio le examinó detenidamente, y entonces absolvó a ella.70
Una mujer que se hizo un aborto se encontró con Padre Pio. Ella dijo, “Nunca sabía que un aborto fuera un pecado.” Él respondió: “¿Qué quieres decir, no sabías que esto fuera un pecado? Es matar… es un pecado, un gran pecado.”71
Una mujer confesó que había leido libros inmorales. Padre Pio dijo: “¿Has confesado esto antes?” “Sí,” respondió ella. “¿Qué te dijo tu confesor?” preguntó Padre Pio. “Que no debería hacerlo nada más,” ella dijo. Sin decir una palabra, Padre Pio corrió la puerta del confesionero en su cara y empezó a oir la próxima confesión.72
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