1. Un corazón lleno es mejor proveedor de amor que uno vacío.
No hay mejor fuente de amor que el saberse y sentirse amado por Dios. Ésta es una gran seguridad en nuestra vida y no significa únicamente saber que eres aceptado y valorado; significa que tu vida toma sentido de forma integral. Quien está lleno de ese amor, quien vive de ese amor y es capaz compartirlo, amará mejor.
2. Quien tiene buenos cimientos también podrá construir firmemente
El Papa Francisco refiriéndose a la vida en pareja dice: “Para vivir juntos para siempre es necesario que los cimientos del matrimonio estén asentados sobre roca firme”. Solo quien construye su vida sólidamente y no va cambiando a cada rato, quien es capaz de edificar relaciones que permanecen en el tiempo y quien construye planificada y responsablemente su vida, podrá construir y llevar adelante un matrimonio firme y resistente a todo. Quien pone su corazón en Dios tiene un comportamiento afectivo más predecible, es una persona de fiar, y justamente eso es lo que buscamos cuando pensamos en construir nuestra vida junto a alguien.
3. Si sabes a quién pedir nunca te faltará nada
Podemos buscar sucedáneos por todas partes: cosas, emociones, personas, etc., cosas que aparentemente nos hagan felices, nos llenen, nos den sentido y nos motiven… pero solo hay una que da aquello que no se desvanece con el tiempo: Dios. El Papa Francisco nos enseña que así como “en el Padrenuestro decimos: danos hoy nuestro pan de cada día, en el matrimonio podemos aprender a rezar así: danos hoy nuestro amor de cada día”.
4. Si comprendes lo que significa servir a Dios y en tu vida lo pones en práctica, tu familia también lo hará
Quien ama a Dios con todo su corazón pone los dones que ha recibido en sus manos y busca hacer de su vida un acto agradable a Él. Si esa persona se enamora y forma una familia podrá cumplir con la vocación de ser iglesia doméstica colaborando con el plan de Dios en la crianza de los hijos mediante un testimonio de fidelidad y de servicio mutuo. San Josemaría Escrivá lo explicaba muy bien diciendo que:
“Los esposos cristianos han de ser conscientes de que están llamados a santificarse santificando, de que están llamados a ser apóstoles, y de que su primer apostolado está en el hogar. Deben comprender la obra sobrenatural que implica la fundación de una familia, la educación de los hijos, la irradiación cristiana en la sociedad. De esta conciencia de la propia misión dependen en gran parte la eficacia y el éxito de su vida: su felicidad”.
5. Quien se sabe perdonado siempre sabrá perdonar y pedir perdón
Quienes aman a Dios han tenido que hacer las paces con Él más una vez. Nuestra condición de fragilidad y de pecado nos lleva a ver nuestros errores con honestidad y a pedir perdón sinceramente. Este ejercicio de humildad, de reconciliarse y hacer las paces con Dios es el sustento para perdonar y pedir perdón cuando nuestras esposas(os) no hacen las cosas del todo bien o cuando nosotros mismos nos equivocamos en el camino. El Papa Francisco se refiere a esto con mucho humor:
“Jesús que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no acabar jamás una jornada sin pedirse perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, a nuestra familia. Es habitual reñir entre esposos, porque siempre hay algo por lo que hemos reñido. Tal vez os habéis enfadado, tal vez voló un plato, pero por favor recordad esto: no terminar jamás una jornada sin hacer las paces. ¡Jamás, jamás, jamás!”
(Publicado por Vicente Huerta).
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