La Comunidad de Madrid ha aprobado esta semana la ley más totalitaria de su historia con el silencio cómplice de los obispos y de gran parte de la prensa “conservadora”.
Una diputada celebraba de PODEMOS celebraba el jueves que “desde hoy habrá niños con vagina y niñas con pene”, en referencia a la ley que aprobó ayer la Asamblea Autonómica de Madrid, el órgano legislativo de la capital española. Bajo el eufemismo de “Ley de Identidad y expresión de género e igualdad social y no discriminación” se oculta un texto totalitario que pisotea la naturaleza del ser humano y supone un obstáculo insalvable para la libertad de los padres y la seguridad jurídica. Un texto al que la presidenta Cifuentes, del Partido Popular, se comprometió durante la campaña electoral.
Un texto que parte de la base ideológica de que el sexo-género de una persona “no es un concepto puramente biológico, sino sobre todo psicosocial”. Así, se ha de otorgar soberanía a la “voluntad humana” para designar el sexo-género que se elige sobre cualquier otra consideración física y se considera la propia determinación del sexo-género un derecho fundamental, lo cual supone aceptar, entre otras cosas, que cada uno puede construir su propia identidad de género sin que “sea necesario acreditar en ningún caso la identidad de género manifestada mediante informe psicológico o médico”.
En los colegios
La ley señala que los centros educativos deben tomar medidas para promover ese “camino identitario”, como por ejemplo “dirigirse al alumnado trans por el nombre elegido por éste o, en caso de no estar emancipado o no contar con la suficientes condiciones de madurez, el indicado por alguno de sus representantes legales”. También contempla el respeto a la “imagen trans” que elija cada alumno y, en caso de haber uniforme, el derecho a elegir el que más se adecúe a su identidad sexual.En los colegios públicos, privados y concertados se pondrán en marcha, dice la ley, los recursos educativos y psicológicos necesarios para “la detección temprana de aquellas personas en educación infantil que puedan estar incursas en un proceso de manifestación de su identidad de género, con el fin de elaborar un posible plan de acción para la integración del alumno en el centro. Se establecerá un sistema de atención individualizado y basado en las necesidades específicas de cada menor, y en el que se proveerá de los oportunos tratamientos en el momento adecuado en atención a su desarrollo”. Es decir, se proporcionará terapia hormonal a los niños que manifiesten dudas sobre su identidad, en concreto bloqueo hormonal al inicio de la pubertad para impedir el normal desarrollo, y tratamiento hormonal cruzado (hormonas masculinas a las niñas que “se sienten niños” y viceversa), incluso contra la voluntad de sus padres.
Otra de las medidas que contempla el texto es que en los espacios sanitarios, deportivos y educativos –hospitales, vestuarios, gimnasios…- se debe respetar la identidad de género que cada persona refiera a la hora de hacer uso de los espacios separados por sexo. Es decir, un chico podrá acceder al vestuario de las chicas con sólo manifestar que él “se siente mujer”.
Lo preocupante no es que haya ideologías que promueven leyes contra la libertad y contra la naturaleza, eso ha ocurrido desde que el mundo es mundo, sino que en el parlamento de una región española, la capital, no haya habido un solo representante que se haya opuesto con su voto a una aberración jurídica de ese calado.
Resulta lógica, de todos modos, la falta de respuesta social y política a este desafío, teniendo en cuenta que solamente el Intereconomía TV, gaceta.es, e InfoVaticana han no solo condenado sino siquiera explicado lo que supone esta ley. Las cabeceras tradicionalmente conservadoras, como ABC o La Razón, han recibido, y obedecido, consignas para no mencionar ese asunto y los medios de comunicación de la Conferencia Episcopal en España, 13Tv y la Cadena Cope, no han mencionado este asunto y dedicaron ayer sus tertulias a hablar de la falta de pactos en el parlamento nacional: Ni una mención, por tímida que fuera, a la ley de Transexualidad.
Lo que me resulta más aterrador es que ningún obispo haya pedido esta semana un micrófono para denunciar que cada día las conciencias de nuestros hijos están más en peligro, y es que no parece que haya nadie dispuesto a defenderles. Al fin y al cabo, piensan, “los hijos los tienen los laicos”. Sí. Y también el dinero.
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