Entrevías es un barrio del distrito de Puente de Vallecas, situado en la parte sureste del municipio de Madrid. En el mismo viven alrededor de 40.000 personas. Hasta el año 2007 había una parroquia, la de San Carlos Borromeo, que fue convertida en centro pastoral por el cardenal Rouco Varela, por entonces arzobispo de Madrid. En un principio el cardenal tuvo la intención de cerrar el templo, que se hizo famoso porque se “comulgaban” rosquillas. Cambió de decisión, seguramente por la presión mediática.
Mi impresión es que la denominación “centro pastoral” o “parroquia” viene a ser lo mismo para aquellos que acuden allá. Les da igual como se llame. El responsable, antiguamente párroco, es el sacerdote
Javier Baeza, que acaba de conceder una entrevista al diario El Mundo. Una de las cosas más evidentes que se desprende de sus palabras es que
lo que se celebra cada domingo en ese templo no es la Santa Misa. Dice don Javier:
- Cuando en su parroquia Dios sabe a rosquillas, ¿quién se atraganta?
Se atragantan todos aquellos que, a la contra, piensan que Dios sólo sabe a oblea de plastiquito. Celebrar con rosquillas, bollos o polvorones no es un acción contra nadie, es sólo expresar desde la cotidianidad que vivimos. Si Dios se hubiese encarnado en el Polo Norte, hoy el cuerpo y la sangre de Cristo serían carne y sangre de foca. Y no nos escandalizaríamos. (¿Pero qué hay por debajo de eso?) ¿De ese escándalo? Una concepción muy materialista de que Cristo está en un tipo de vino y en un tipo de pan, que para más inri, no está. Ésa es la sacramentalidad del pan y el vino, no lo que es la materia, sino el significado que tiene. Ahí estamos en absoluta comunión con la ortodoxia católica.
Y:
- Si usted no está de acuerdo con la estructura y la liturgia católicas, ¿por qué sigue en el club?
Porque soy católico. A mí no me hacen ser católico la liturgia y el ritual. La liturgia la hace la comunidad, y los rituales no son inamovibles. Yo me he pasado la mitad de mi vida disfrazándome para celebrar y utilizando esos libros rojos que la mitad de las veces no entendía porque decían cosas muy complicadas pero había que decirlas. El peso de tu ser católico no lo puedes poner en la repetición monótona de una serie de gestos. Yo, hasta ahora, no he visto necesidad de mantener mi fidelidad al Evangelio yéndome de la Iglesia. Si se me plantease fidelidad al Evangelio, esto es, a la gente empobrecida, o fidelidad a la estructura, no tendría duda, eh. La Iglesia es mi familia, a mí me han salido los dientes en la Iglesia católica, con sus luces y sus sombras. Ya lo dijo San Agustín, no un pantuflas como yo, la iglesia es casta y puta. Pues como muchas relaciones humanas.
Bien, el Catecismo de la Iglesia Católica dice:
1377 La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Concilio de Trento: DS 1641).
1378 El culto de la Eucaristía. En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. “La Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión en medio de la alegría del pueblo” (MF 56).
1413 Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (cf Concilio de Trento: DS 1640; 1651).
Por tanto, lo único que se puede consagrar es pan y vino. No rosquillas, no bollos, no polvorones, sino pan. No Coca cola, no Fanta de naranja, no whisky, sino vino.
Y ni que decir tiene que la consagración debe realizarse según indican esos libros rojos que desprecia el señor Baeza.
¿Puede llamarse Misa a un acto en el que se “consagran” especies diferentes de las que consagró el mismísimo Cristo y la Iglesia después que Él? Evidentemente no.
Lo que se celebra en el centro pastoral San Carlos Borromeo tiene el mismo valor para un católico que lo que se pueda celebrar en un culto protestante evangélico. De hecho, la inmensa mayoría de los evangélicos celebran la Santa Cena con pan y vino, no con polvorones El Almendro o rosquillas de Mercadona. Ni siquiera tengo claro que podemos hablar de abuso litúrgico. Lo que allá se da no es liturgia católica de ningún tipo. Prefiero pensar que no hay consagración a que hay la consiguiente profanación.
Que el señor Baeza diga que es católico es como si yo digo que soy musulmán con un vaso de vino en una mano y una loncha de jamón ibérico en la otra. En todo caso, la responsabilidad mayor no es suya. La responsabilidad de esta burla constante y repetida a lo largo de los años la tienen los dos arzobispos y cardenales que se lo han consentido. El anterior y el actual. Ellos, y nadie más, son cómplices de lo que ocurre cada domingo en Entrevías. Como gusta de decir, con más razón que un santo, el P. Jorge González: ¡Nunca pasa nada!
Luis Fernando Pérez Bustamante
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