(AsiaNews/InfoCatólica) El día de ayer una nueva bomba estalló en la zona comercial de Lahore, provocando nueve muertos y más de 30 heridos. Las investigaciones, todavía en curso, apuntan a entender quién está detrás del enésimo acto de violencia que ha hecho que Pakistán vuelva a sufrir el yugo del terrorismo islámico.
En diálogo con AsiaNews, Samson Simon Sharaf, cristiano y ex general de brigada del ejército, actualmente retirado, critica la inercia del ejército, de la justicia y del gobierno, cuando afirma: «Nos estamos mintiendo a nosotros mismos». Luego agrega: «La nueva ola de terror era previsible. El plan de acción nacional aprobado por el gobierno solo está abocado a trazar un mapa de los terroristas, sin actuar ni tomar ninguna iniciativa al respecto. Las explosiones continuarán por al menos seis meses más, porque ahora estos grupos se perciben como objetivos».
Según el ex general, «las organizaciones radicales hasta ahora se mantenían durmientes en la provincia de Punjab, pero estaban activas en otras provincias. La ciudad de Lahore es un objetivo sensible, porque es famosa por el hecho de ser el fulcro de Pakistán. También es la sede del poder. De hecho, Punjab es la base política del la Pakistan Muslim League, el partido de gobierno».
La bomba que fue activada utilizando un dispositivo remoto, estaba colocada dentro de un edificio en obra, de cuatro pisos de altura. La violencia de la explosión también provocó daños en negocios, bancos y restaurantes cercanos. Se teme que además de los cuerpos recuperados, haya otros de obreros que puedan haber quedado atrapados bajo los escombros. La potencia destructiva hace pensar en un artefacto de cuando menos 8 a 10 kg de peso.
Escalada de violencia
Al principio circularon rumores –que luego fueron desmentidos- de una segunda explosión, ocurrida a corta distancia, en un restaurante para extranjeros en el área de Gulberg. El hecho es que la bomba que estalló hoy es el octavo acto de violencia ocurrido en tan sólo diez días en Pakistán. El primero, el 13 de febrero, fue el atentado de un grupo talibán perpetrado contra una manifestación de los farmacéuticos, en Lahore, que provocó 14 víctimas; luego fue el turno de Quetta, le siguió el ocurrido en la Mohmand Agency; luego sucedió otro en Peshawar; el 16 de febrero un militante del Estado islámico se hizo estallar en un templo sufí en Sind, causando la muerte de 80 personas; el mismo día fue atacado un convoy militar en Awaran, en Baluchistán; dos días atrás hubo otro atentado talibán contra el tribunal de Charsadda que produjo siete víctimas.
Según Samson Sharaf, se trata de la peor serie de ataques desde el 2014, cuando el ejército de Pakistán lanzó la operación «Zarb-e-Azb» para eliminar los santuarios de los militantes en el noroeste del país. Ayer, los militares lanzaron una segunda operación, «Radd-ul-Fasaad» (eliminación de la discordia) para expulsar de sus guaridas a las últimas amenazas del terrorismo islámico.
El ex general no alimenta grandes esperanzas al respecto.«No pasará nada particular –considera- porque el ejército actúa solo, y el gobierno civil no ha hecho nada para ganarse los corazones y las mentes de las personas». A pesar de los grandes compromisos tomados en público, concluye, «no ha sido emprendida ninguna reforma del sistema judicial para que la justicia actúe con mayor celeridad. Tampoco ha habido ninguna reforma a nivel administración, de modo que los funcionarios puedan conducir operativos en las áreas urbanas. Sólo nos estamos mintiendo a nosotros mismos».
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