- Pues mire usted: si Cristo es Dios, Alá no lo es. Es más, no existe.
- No es un Dios que se llama de otra forma: sencillamente, no es.
- Lo otro no es una chapuza religiosa, es una chapuza filosófica.
- Atenta contra el principio de contradicción, uno de esos principios “no meneables”.
- Estamos en la era del sincretismo: ¡qué lío!
Me lo dice una profesora de una orden femenina religiosa: “Tenemos niños musulmanes y les traemos a la capilla. Les decimos: si no queréis, rezad a vuestro dios”.
Pues hombre, no sé yo si educar consiste en mentir. El actual sincretismo religioso es un pelín más peligroso que el eclecticismo de los romanos, que sólo tenía un objetivo político: tú reza a quien te venga en gana mientras sirvas, y pagues, al emperador, que es el único Dios reconocidos por el boletín oficial. Porque claro, si Cristo es Dios, Alá no lo es. Es más, no existe. No es un Dios que se llama de otra forma: sencillamente, no es.
Lo de rezar a Dios, sin importar el nombre que cada uno le dé… No estamos ante una chapuza religiosa, sino ante una chapuza filosófica y un atentado contra el sentido común.
Porque claro, si se trata de una cuestión de mero nombre, si caemos en el nominalismo (raíz y origen de todas las chorradas que son y han sido) estaremos vulnerando el principio de contradicción, uno de esos principios “no meneables”: si Cristo es Dios Alá no puede ser Dios. Y si sólo se trata de rezar al único Dios, se llame como se llame, ¿qué sentido tiene la revelación y la encarnación, un Dios que se hace hombre para explicarnos quién es él y quiénes somos nosotros?
Para mí que el sincretismo actual resulta especialmente peligroso y debe ser combatido con un arma definitiva: decir la verdad. Al niño musulmán que va a un colegio católico se le habla de Cristo.
Y si los padres quieren que se les eduque en la fe musulmana se les recomienda que acudan a un colegio ‘laico’, adjetivo que significa que a los niños se les prohibirá pensar, lo que no dejará de tener su utilidad de cara a disponer de un buen currículo, por ejemplo, en el sector financiero. El laicismo, a fin de cuentas, es precisamente eso: actuar y no pensar.
Porque lo del sincretismo es un poco lioso.
Eulogio López
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