Autor:
Charles de Foucauld
Padre,
me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea
lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo
acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y
en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío
mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy
capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme
en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque
Tú eres mi Padre.
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Señor
haz de mi un instrumento de tu paz que allí donde haya odio ponga yo
amor,
Donde
haya ofensa, perdón,
Donde
haya discordia ponga yo unión,
Donde
haya error, ponga yo verdad,
Donde
haya duda, ponga fe,
Donde haya desesperación ponga yo
esperanza,
Donde haya tinieblas ponga yo luz,
Donde haya
tristeza ponga yo alegría,
Maestro que no busque yo tanto ser
consolado como consolar,
Ser comprendido como comprender,
Ser
amado como amar,
Porque dando es como se recibe,
Olvidando como
se encuentra,
Perdonando como se es perdonado,
Muriendo como se
resucita a la vida eterna”
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Dios
mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos
esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las
cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno,
descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y
descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi
esperanza.
Los
hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las
enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo
mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi
esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y
serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno
para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que
otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se
apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su
penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor
de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi
confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi
esperanza.
A
nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el
Señor ha quedado frustrado en su confianza.
Por
tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente
espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero.
En Ti esperé , Señor, y jamás seré confundido.
Bien
conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé
cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto
caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de
esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me
conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de
esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En
fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que
conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me
sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me
fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis
triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que
me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción ; y para
llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os
espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y
para la eternidad. Así sea.
La
penitencia es una virtud que nos lleva a trabajar por eliminar de
nuestra vida todo aquello que nos separa del amor de Dios y del amor
al prójimo. No es un sentimiento, una experiencia emocional, sino
mas bien un acto de la voluntad. Muchos confunden la penitencia
exclusivamente con actos externos de expiación, sin embargo es toda
una actitud interior.
San
Claudio de Colombiere
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