10 de Noviembre de 1976
COMUNIÓN CONSCIENTE Y QUERIDA
Don O., soy yo, Marisa.
Esperaba a que me hubieses pedido que te hablara; estoy contenta de que me des esta posibilidad; ya se te ha dicho tanto sobre la
Comunión de los Santos, pero aún queda tanto que decirte.
Yo, y conmigo todos los Bienaventurados del Paraíso, deseamos comunicarnos con vosotros, esto es cosa santa, fruto de la Infinita
Bondad de Dios, que responde a un bien de todo el Cuerpo Místico del que todos somos miembros, particularmente para bien
vuestro que estáis aún en camino y de este camino sentís la incomodidad, las dificultades, los miedos, los temores, las
incertidumbres, el cansancio y el sufrimiento.
Nosotros, para ayudaros a superar y aliviar vuestras inquietudes, podemos mucho, pero podemos en la medida con que vosotros
creéis y esperáis en nuestra ayuda y en la medida en la que lo pedís. Esta comunión entre vosotros, viandantes, y nosotros
bienaventurados, debe ser consciente y querida; ahora bien, de nuestra parte esto lo es siempre, pero de la vuestra lo es sólo en
muy pocas almas.
Esta comunión debe ser un producto de la fe y del amor por parte vuestra, porque para nosotros la fe no existe ya, nosotros no
creemos, vemos, es decir, no creemos ya porque vemos.
Don O., el materialismo, densa niebla, ha ofuscado la luz de la
Revelación y bien poco ha quedado de un patrimonio tan grande y precioso en el corazón de esta generación pagana.
Esta hora no es querida ni provocada por Dios
Yo he querido volver sobre este Dogma, sobre esta maravillosa y estupenda realidad del Cuerpo Místico en un momento crucial de
la vida de la Iglesia en el que muchos cristianos parece que han perdido el sentido y el valor de la vida. Esa larva de fe que queda
en los corazones muy a menudo está subordinada a los intereses humanos, al egoísmo al orgullo (pecados de Satanás)
precisamente en un momento crucial de la vida de la Iglesia que está a punto de entrar en un choque frontal con todas las fuerzas
oscuras del mal y del infierno
Sangre, lutos, hambre y sed, epidemias y otras desgracias os esperan...
¿Y entonces este aviso previo no es un acto de amor, no es
un aldabonazo fraterno para que volváis los ojos hacia aquellos que pueden y que quieren ayudaros?
¡No esperéis a buscarnos en el momento de la desesperación!
Que todos se enteren que la hora terrible de la purificación no es querida ni provocada por Dios, sino por vuestros pecados y por
las potencias del mal.
Don O., ¡no temas nada! Tú crees y tu fe no quedará estéril, sino que dará sus frutos.
Marisa.
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