Hizo lo que había que hacer ¡qué enorme virtud en el día de hoy!
Hemos venido insistiendo en esta Cuaresma y lo seguiremos haciendo en Semana Santa y más allá, sobre la importancia de San José en la historia de la salvación y en lo olvidado que lo tenemos los católicos. Él nos puede ayudar a obtener muchos frutos en Semana Santa.
Dios eligió a José desde la eternidad para que estuviera al lado de Jesús y María en el momento crucial de su plan, en su arranque. Tuvo que lidiar con el milagro del nacimiento, la creación de una familia, su defensa y manutención. Y la hizo desde algo poco valorado en el siglo XXI, el silencio, el anonimato y el cumplimiento del deber.
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Quizás por esto tan aparentemente “chiquito” no tiene el glamour de María, que hizo la proeza de llevar en su seno al salvador.
Pero piensa que hubiera pasado si José hubiera abandonado de primera a María pensando que le “metió los cuernos” como diríamos hoy, o si hubiera sido un adicto a las barra de amigos saliendo de juerga permanentemente, mirando con lujuria a otras mujeres, preocupándose poco por su trabajo y el mantenimiento de la familia, o si hubiera sido un ‘padre ausente’ preocupado por su carrera de carpintero.
En cambio José fue un hombre derecho, que hacía lo que había que hacer, ¡que ‘pequeña’ virtud en el día de hoy que estamos obsesionados en disfrutar de la vida!
Es por esto mismo que nuestra mirada a San José en esta Semana Santa nos puede ayudar a lograr más frutos en nuestro proceso de conversión.
Veamos las 5 maneras en que nuestra mirada a San José nos pueda ayudar.
1 – SENCILLEZ
En Juan 6, cuando Jesús declara audazmente:
“‘Yo soy el pan bajado del cielo’. Y decían: ‘¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José?’” (Jn 6:41-42).
Al parecer, consideraban a José sólo una persona común, respetuosa de la ley Judía, un José promedio si se quiere.
José no vivía en Nazaret haciendo milagros y puliendo su halo; más bien, él vivió su santidad envuelto en la simplicidad.
Cada año en Cuaresma y en Semana Santa, escuchamos:
“Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo” (Mt 6: 1).
Nuestra oración, ayuno y limosna deben mostrarse sólo a los ojos de Dios. Sin embargo, también debemos recordar las palabras de Jesús antes en el Sermón de la Montaña:
“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5:16).
La diferencia clave es la simplicidad. Cuando actuamos con simpleza, no prestamos ninguna atención a nuestra gloria, sino que buscamos sólo la de Dios.
Esa sencillez es la modestia del alma, protegiendo la intimidad que tenemos con Dios mediante la oración, el ayuno y la limosna.
2 – TRABAJO
El 1º de mayo, se celebra la fiesta de San José Obrero. Es un santo que sabía cómo arremangarse y ponerse en un duro día de trabajo. José nos recuerda la dignidad del trabajo, bellamente capturado en Gaudiem et Spes :
A través del trabajo ofrecido a Dios el hombre se asocia con la obra redentora de Jesucristo, que confiere una dignidad eminente sobre el trabajo cuando en Nazaret Él trabajó con sus propias manos. (GS 67)
Este tiempo es un buen momento para vivir esta dignidad del trabajo imitando a San José. Dios nos atrae hacia sí a través de medios ordinarios, simplemente a través el cumplimiento de nuestras tareas.
Nosotros no necesitamos buscar actos extraordinarios de penitencia o largas oraciones, sobre todo si éstos van en detrimento de nuestros deberes normales. Así que antes de añadir en las prácticas extras, debemos redoblar nuestra atención en el trabajo que ya tenemos ante nosotros.
3 – DESCANSO
Mientras que José nos muestra la dignidad del trabajo, tuvo algunos de sus mejores momentos mientras dormía. Fue aquí que Dios le habló en varias ocasiones a través de sueños.
Se pueden distinguir dos tipos de descanso: el sueño físico y el abandono espiritual a Dios. Ambos son críticos para la santidad.
El sueño nos renueva para otro día de trabajo y el amor. Pregúntale a la madre de un recién nacido sobre la importancia del sueño.
El abandono aumenta nuestra esperanza en la providencia amorosa de Dios, fortaleciendo nuestra fe en tiempos de pruebas y creando espacio para que el amor crezca.
Por tanto con el sueño y el abandono, reconocemos nuestros límites: necesitamos dormir y necesitamos a Dios.
Podemos ver ambas cosas en el comienzo del Salmo 127:
Si el Señor no edifica la casa,
en vano trabajan los albañiles;
si el Señor no custodia la ciudad,
en vano vigila el centinela.
Es inútil que ustedes madruguen;
es inútil que velen hasta muy tarde
y se desvivan por ganar el pan:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
Este salmo proclama la inutilidad de todas las noches en vela y la imposibilidad de los santos hechos a sí mismos.
El Salmo 127 es un buen recordatorio a como subir la apuesta con la oración, el ayuno y la limosna. Estos no son ejercicios de nuestra pura fuerza de voluntad. Nuestras prácticas por su cuenta no nos hacen santos. Dios nos hace santos. Y a veces, Dios nos invita a descansar.
Recuerda las palabras de Moisés a los israelitas cuando el Faraón los persiguió:
“El Señor combatirá por ustedes, sin que ustedes tengan que preocuparse por nada” (Ex 14:14)
Así como las palabras de Isaías:
“En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes; en la serenidad y la confianza está su fuerza” (Isaías 30:15).
4 – FAMILIA
José era un gran hombre, pero ¿dónde habría estado sin su familia, sin Jesús y María? Dudo que hubiera hecho muchas apariciones en el blog de carpinteros judíos aún si hubiera vivido en el siglo XXI.
La santidad de José vino a través de Jesús y María, sirviéndoles y recibiendo de ellos.
Del mismo modo, Dios nos atrae hacia sí a través de los que nos rodean. No llegamos a ser santos como individuos aislados, sino como miembros de una familia o una comunidad.
Con sus padres a la cabeza dando el ejemplo y la oración en familia, los niños y, de hecho todos reunidos en torno al hogar familiar, encontrarán más fácilmente el camino hacia la madurez humana, la salvación y la santidad. (GS 48)
Este tiempo es una buena oportunidad para examinar nuestras relaciones más cercanas. ¿Hay una necesidad de perdonar? ¿Hay un amor que se necesita reavivar? ¿Hay gratitud perdida? Estos son también excelentes maneras de dar limosna.
5 – EL SÍ A JESÚS Y MARÍA
Por supuesto, la familia de José no es tu familia normal. Hay una gracia especial acerca de Jesús y María.
Si comparamos nuestras familias a la Sagrada Familia, podríamos estar tentados al desaliento. Pero por la bondad de Dios, Jesús y María no son distantes, sino que son íntimamente cercanos a nosotros: Jesús es nuestro salvador y hermano, y María es nuestra madre tierna. José, por su parte, nos puede ayudar a estar cerca de Jesús y de María, tal como lo hizo.
Al final, todas nuestras prácticas de este tiempo son simplemente decir “sí” a Jesús, como María lo hizo primero en la Anunciación y como José lo hizo en el liderazgo de la Sagrada Familia.
Que María ruegue por nosotros, y San José nos de la humildad para que Jesús nos lleve al Padre.
UNA NOVENA PARA CUANDO TENGAMOS ALGÚN PROBLEMA GRAVE
San José, fiel padre proveedor del Divino Niño, esposo virginal de la madre de Dios, protector poderoso de la Santa Iglesia, venimos a ti para encomendarnos a tu protección especial.
Nada buscaste en este mundo sino la gloria de Dios y el bien del prójimo. Totalmente entregado al salvador, tu felicidad consistía en orar, en trabajar, en sacrificarte, en sufrir, en morir por El.
Fuiste un desconocido en este mundo pero íntimo de Jesús. Su mirada reposaba confiadamente en tu vida simple y oculta en El.
San José, has ayudado ya a tantos hombres, recurrimos a ti con entera confianza. Tú ves a la luz de Dios nuestras necesidades, tú conoces nuestras preocupaciones, nuestras dificultades, nuestras penas. Solicitamos a tu paternal amabilidad este asunto particular… (pedido).
La ponemos entre tus manos que protegieron al Niño Jesús, pero antes que nada pide para nosotros las gracias de no separarnos nunca de Jesús por el pecado mortal, de conocerlo y de amarlo cada vez más, así como a su Santa Madre, de vivir siempre en presencia de Dios, de hacer todo en función de su gloria y el bien de las demás almas y de lograr algún día ver a Dios para alabarlo eternamente contigo.
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