3 de Noviembre de 1976
ANILLO DE UNIÓN
Escribe, hijo.
Deseo que tú tengas ideas claras y precisas sobre la Comunidad para la cual Yo, Jesús, te he escogido como instrumento.
Ya te he
dicho sobre qué bases deseo se construya esta comunidad; ya te he hablado de su sus fines.
La quiero como anillo de unión entre la Iglesia hoy desgarrada por los numerosos males que la afectan, y la Iglesia renacida,
regenerada bajo el influjo del Espíritu Santo y mediante la acción vigorosa de la Virgen Santísima dirigida a derrotar a Satanás, y a
sus legiones.
Hijo, te he dicho también que no se trata de cosa nueva, en el sentido que vosotros dais a esta palabra, una cosa que empieza a ser
en un determinado momento tiempo, nada de todo esto; confirmo el concepto que ya te he manifestado; se trata de formar una
comunidad de personas que firme y decididamente, quieren volver a descubrir el espíritu genuino y auténtico de Mi Evangelio, los
valores infinitos de Mi Redención, la eficacia real de los Sacramentos.
Todo ha quedado sepultado bajo el formalismo, la indiferencia religiosa, sepultado bajo una costumbre pagana de vida, bajo el
ateísmo, bajo el odio y la aversión hacia Mí y hacia Mi Iglesia.
Lo verás dentro de no mucho hasta qué punto llegará el hombre bajo el influjo de las potencias del infierno
Comunidad vigilante y sagaz
El Vesubio eructó su lava incandescente sobre Herculano y Pompeya y las borró de la vista y hasta de la memoria; así Satanás,
vomita desde siempre su odio incandescente sobre esta pobre humanidad para deformarla monstruosamente; ha matado el amor en
los corazones, ha apagado la fe y la esperanza en las almas; ha hecho arder en Mi misma Iglesia, las dos concupiscencias, la del
espíritu y la de la materia (carne); la oscuridad se ha abatido sobre Mi Iglesia, salida de Mi Corazón desgarrado.
Quiero, hijo mío, una Comunidad de personas cementadas entre ellas por un amor tan intenso que haga de ellas una cosa sola, un
cuerpo solo, como Yo con el Padre y el Espíritu Santo somos tres en uno solo.
Quiero, hijo mío, una Comunidad de personas, de almas conscientes de su dignidad Divina y humana, decididamente resueltas
hasta el derramamiento de la sangre, para defender esta sobrenatural dignidad comunicada a ellos con los valores infinitos de Mi
Redención.
Quiero, hijo mío, una Comunidad vigilante y sagaz, pronta en todo momento a la lucha extrema contra el Maligno y sus
compactas legiones, por el triunfo de la verdad, de la justicia y de la paz, frutos preciosos del Amor infinito de Dios.
Por esta tarde basta.
Te bendigo, hijo, ámame.
Ofrécete a ti mismo a Mí así como eres, con lo que tienes.
Contigo hijo, bendigo a los que serán escogidos por Mí para la
realización de Mi plan de Amor.
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