Hay muchas cicatrices en mi corazón, y los traumas de las experiencias negativas que fui acumulando me dificultan sentir el gran amor que tú, Señor, me tienes. Pero yo quiero mucho experimentar ese amor en mi corazón. Yo sé que tú me amas. Pero no me basta con saberlo, quiero experimentar y disfrutar ese amor.
Padre querido, creo que estás aquí conmigo, en este momento, cuidando de mí, amándome, escuchándome y queriéndome ayudar. ¡Necesito de ti, mi Dios! ¡Confío en ti! Entrego toda mi vida en tus manos y sé que Tú quieres curarme y tienes poder para ello. Pongo en tus manos todas las áreas de mí ser, todo lo que soy, todo lo que tengo. Y acepto, Padre, que tu hijo Jesús me comunique ahora la gracia de la salvación y liberación que estoy necesitando, para que tú, Señor, reines en mi vida.
Perdón por todas las veces que no confié en tu amor, que no creí que cuidabas de mí y me desesperé. Perdón por cerrar mi corazón a tu ternura, guardando rencores, alimentando dolores y dejando de perdonar a las personas que me ofendieron y lastimaron. Padre, en nombre de Jesús y con tu ayuda, quiero perdonar a (…), por todo lo que me hizo (…) y por todas las consecuencias que ello tuvo en mi vida
Mi Dios, quédate conmigo y no me dejes alejarme de ti; hazme descubrir que tu amor es el que me guía, y que hay un plan maravilloso para mí en este mundo. Yo no estoy aquí por casualidad. Acepto ser gobernado por tu amor. Padre amado: Jesús prometió que Tú nos darías todo lo que pidiéramos con fe, en su nombre. Entonces, te pido, Señor: en nombre de Jesús, toca en mi alma y deshaz todo el poder de destrucción y de daño que los recuerdos dolorosos tienen sobre mí; cúrame de todo desequilibrio en mi mente y en mis sentimientos. Por la preciosa sangre de nuestro Señor, Jesucristo, restablece la salud de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu. Cúrame, sálvame, libérame de todo mal. Libérame de todo mal. Libérame de toda enfermedad.
Padre, en nombre de Jesús, tómame en tus brazos. Creo que recibimos todo lo que necesitamos, cuando aceptamos tu amor que fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Creo que la cruz de Jesús es poderosa y rompió la cáscara que nos impedía vivir en este amor. Gracias, porque a todos los que te reciben en su corazón, les diste el poder de convertirse en hijos de Dios. Gracias, porque te interesas por mí y me estás curando de todo el desamor, de toda soledad y de todo rechazo. Gracias, porque me sacas de las garras de la tristeza, llenas de alegría mi corazón y pones en mi boca una oración de alabanza ¡Glorias y alabanzas al Señor!
EJERCICIO
1. La oración que Dios atiende es la que está bien hecha, realizada sin pereza y sin prisa.
2. La oración que Dios atiende es una oración llena de fe.
3. La oración que Dios atiende es una oración repleta de deseo.
4. La oración que Dios atiende no pide cosas que destruyen el alma.
5. La oración que Dios atiende es una oración que nunca desiste.
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