Benedicto XVI recibió esta mañana, en el Vaticano, a algunos miembros de la Congregación mariana masculina de Ratisbona. Una audiencia que ofreció al Papa la ocasión de detenerse en su profundo vínculo con María. El Papa recordó que, a la edad de 14 años, fue acogido por la Congregación en los oscuros años en que Hitler dominaba en gran parte de Europa y el futuro del cristianismo en el continente parecía en duda.
***
Un encuentro en el signo de María, marcado por conmovedores recuerdos personales. Benedicto XVI recordó, en primer lugar, en qué contexto, 70 años atrás, fue acogido por la Congregación mariana de Traunstein. Eran “tiempos oscuros”, recordó, “estaba la guerra”. Hitler, dijo el Papa, “había sometido una después de otra a Polonia, Dinamarca, los Estados del Benelux, Francia” y precisamente en este período, 70 años atrás, había ocupado Yugoslavia y Grecia. “Parecía – observó el Pontífice – que el continente estuviese en las manos de este poder que ponía en duda el futuro del cristianismo”. De este modo confió que, poco después de ser recibido en el seminario, comenzó la guerra contra Rusia y por lo tanto la Congregación fue “dispersada a los cuatro vientos”.
Sin embargo, afirmó, la Congregación desapareció sólo exteriormente pero permaneció “como meta interior de la vida”. Y esto, reiteró Benedicto XVI, “porque desde siempre fue claro que la catolicidad no puede existir sin una actitud mariana, que ser católicos significa ser marianos, que el amor por la Madre significa que en la Madre y por la Madre encontramos al Señor”.
Prosiguiendo el hilo de sus recuerdos, el Papa reveló que, después de la guerra, “la mariología que se enseñaba en las universidades alemanas era un poco áspera y sobria”. Una situación, agregó, que creo que “no ha cambiado mucho”.
Pero luego indicó qué es lo esencial cuando nos referimos a María: su fe. “¡Feliz de ti porque has creído!”, con las palabras de Isabel el Papa subrayó que María “es la gran creyente”, “ha concretizado la fe de Abraham en la fe en Jesucristo, indicándonos así a todos el camino de la fe”. María, añadió, “nos indicó la valentía de confiarnos a aquel Dios que se pone en nuestras manos, la alegría de ser sus testigos”. No dejó de referirse a la “determinación” de la Madre “a permanecer firme cuando todos huyeron”, su “valentía para estar del lado del Señor cuando él parecía perdido y precisamente así dar aquel testimonio que llevó a la Pascua”.
El Papa afirmó que, especialmente durante las visitas ad limina de los obispos, ha podido experimentar cómo las personas se confían a María, la aman y a través de ella “aprenden a conocer, comprender y amar a Cristo”. Aprenden a entender que María sigue “dando a luz al Señor”, trayendo a Cristo al mundo. El Papa se manifestó complacido, finalmente, al saber que todavía hoy, en su Baviera, hay cuarenta mil personas que forman parte de Congregaciones marianas que “dan testimonio del Señor en las horas difíciles y en las horas alegres”.
Con este testimonio, concluyó el Papa, demostráis que “la fe no pertenece al pasado sino que siempre se abre a un hoy” y “sobre todo a un mañana”.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario