Hijo, más útil y más seguro te es encubrir la gracia de la devoción, que no ensalzarte, ni hablar mucho de ella, ni ponderarla mucho; sino despreciarte a ti mismo, y temer, como dada a quien no la merece. No es bien apegarse demasiado a este tierno afecto, que tan pronto puede mudarse en lo contrario. Piensa cuando están en gracia, cuán miserable y pobre sueles ser sin ella. No está sólo la perfección de la vida espiritual en tener la gracia de la consolación; sino en que con humildad, negándote a ti mismo, lleves con paciencia que se te quite, de suerte que entonces no aflojes en el ejercicio de la oración, ni dejes las buenas obras que sueles practicar; mas como mejor pudieres y entendieres has de buena gana todo lo que esté de tu parte; ni por la sequedad o angustia que sientes, descuides del todo de ti mismo.
Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden bien, luego se impacientan, o aflojan en la virtud. Porque no está siempre en la mano del hombre su adelantamiento; mas a Dios pertenece el dar y consolar cuando quiere, cuanto quiere, y a quien quiere, como a él le agrada, y no más. Algunos indiscretos se destruyeron por la gracia de la devoción; porque quisieron hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su pequeñez, siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón. Y porque se atrevieron a mayores cosas que Dios quería, por esto perdieron la gracia, y se hicieron pobres, y quedaron viles los que pusieron en el cielo su nido, para que humillados y empobrecidos aprendan a no volar con sus alas, sino a esperar debajo de las mías. Los que todavía son nuevos y sin experiencia en el camino del Señor, si no se gobiernan por el consejo de discretos, fácilmente pueden ser engañados y venir a perderse.
Si quieren seguir más su parecer que creer a los experimentados, les será al cabo de gran peligro, si no quieren ceder de su propio juicio. Los que se tienen por sabios rara vez sufren con humildad ser corregidos. Mejor te es el tener poco, que mucho de donde te puedes ensoberbecer. No hace discretamente el que se da todo a la alegría, olvidándose de su pasada miseria y del casto temor del Señor, que teme perder la gracia concedida. Ni entiende mucho de virtud el que se desalienta en el tiempo de la adversidad o tribulación, y piensa y siente de mí con menos confianza de lo que conviene.
El que en tiempo de paz se juzgare demasiado seguro, muy caído y medroso se hallará en el tiempo del combate. Si supiese siempre permanecer humilde y pequeño a tus ojos y moderar y regir bien tu espíritu, no caerías tan presto en los peligros. Buen consejo es que pienses cuando están con fervor de espíritu, lo que puede venir apartándose aquella luz. Y cuando esto acaece, piensa que otra vez puede volver la misma luz; la cual yo te quité por algún tiempo para tu seguridad y gloria mía.
Más aprovecha muchas veces esta prueba, que si tuvieses de continuo a tu voluntad las cosas que deseas; porque los merecimientos no se han de calificar por tener muchas visiones o consolaciones, o porque sea uno entendido en la Escritura, o porque esté colocado en dignidad, sino en si fuere fundado en humildad verdadera, y lleno de la caridad divina; si pura y enteramente buscare siempre la honra de Dios; si se reputare a sí mismo por nada y verdaderamente se despreciare; y si se holgare de ser abatido y despreciado de otros, más que de ser honrado.
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