Queridos amigos, paz y bien.
Vivimos tiempos de malas noticias. Basta con mirar el telediario, o leer la prensa, para saber que en el mundo no hay muchos motivos para la alegría. Entre guerras y catástrofes, hambrunas y guerrillas, se acaba el noticiario y no hay más que penas, dolores, muertes y problemas.
En Betsaida hubo una buena noticia. Para ese ciego, el encuentro con Jesús le hizo olvidar todo lo malo vivido, y le dio un nuevo impulso vital. Y, lo que es muy importante, Jesús le envía a su casa, para que allí, en su entorno cotidiano, entre los suyos, dé testimonio de lo que Dios ha hecho con él.
Nosotros muchas veces nos dejamos llevar del ambiente, y nos convertimos en propagadores de malas noticias. A lo mejor no provocamos guerras entre países, pero sí guerras domésticas. No somos terroristas suicidas, pero somos terroristas de la palabra, que sabemos herir cuando queremos. A lo mejor, no tenemos esperanza, en un mundo que, sobre todo, necesita esperanza. (Y, como dice el obispo Pedro Casaldáliga, C.M.F., la esperanza debería ser el ADN del cristiano ). Tú, ¿cómo te comportas en tu casa, en tu trabajo, en tu colegio o universidad? ¿Eres transmisor de buenas o de malas noticias? ¿Eres testigo de esperanza o de desesperanza?
Este ciego puede que quisiera seguir a Jesús, pero el Maestro le envía a su casa. No es preciso hacer grandes viajes, ni lanzarse a aventuras extrañas, para ser testigo de Jesús. Mira el mundo con otros ojos. A la luz del Evangelio, a lo mejor descubres que no todo es tan malo como lo pintan. A lo mejor, como el ciego de Betsaida, ves la luz, y puedes ser misionero, apóstol, discípulo, profeta en tu tierra, en tu casa, en tu comunidad, en tu centro de trabajo o de estudio. Por lo menos, se puede intentar.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F
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