Hijo, nunca estás seguro en esta vida; porque mientras vivieres siempre tienes necesidad de armas espirituales; entre enemigos andas, y a derecha e izquierda te combaten. Por eso, si no te vales por todas partes del escudo de la paciencia, no estarás mucho tiempo sin herida. Además de esto, si no pones tu corazón fijo en mí, con pura voluntad de sufrirlo todo por mí, no podrás sostener esta recia batalla ni conseguir la palma de los bienaventurados. Conviénete, pues, romper varonilmente con todo y pelear con mucho esfuerzo contra todo lo despreciable del mundo, porque al vencedor se da el maná y al perezoso le aguarda mucha miseria.
Si buscas descanso en esta vida, ¿cómo hallarás después la eterna bienaventuranza? No procures mucho descanso, sino mucha paciencia. Busca la verdadera paz, no en la tierra, sino en el cielo; no en los hombres ni en las demás criaturas, sino en Dios sólo, por cuyo amor debes aceptar de buena gana todas las cosas adversas, como son trabajos, dolores, tentaciones, vejaciones, congojas, necesidades, dolencias, injurias, calumnias, reprensiones, humillaciones, insultos, correcciones y menosprecios. Estas cosas aprovechan para la virtud; estas cosas prueban al soldado nuevo de Cristo, éstas fabrican la corona celestial. Yo daré eterno galardón por breve trabajo; infinita gloria por una confusión pasajera.
¿Piensas tú tener siempre consolaciones espirituales a medida de tu voluntad? Mis Santos no siempre las tuvieron, sino muchas pesadumbres, diversas tentaciones y grandes desconsuelos. Pero todo lo sufrieron con paciencia, y confiaron más en Dios que en sí; porque sabían que no son equivalentes todas las penas de esta vida para merecer la gloria venidera. ¿Quieres tú hallar luego, lo que muchos después de copiosas lágrimas y grandes trabajos con dificultad alcanzaron? Espera en el Señor y trabaja varonilmente; esfuérzate, no desconfíes, no huyas; mas ofrece con constancia tu cuerpo y tu alma por la gloria de Dios. Yo te lo pagaré muy cumplidamente. Yo estaré contigo en toda tribulación.
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