30 de Septiembre de 1975
MI PASION CONTINUA
Qué alejados de la verdad están aquellos, y no son pocos, que piensan y contemplan el Misterio de mi Encarnación,
Pasión, Muerte y Resurrección corno un acontecimiento tan lejano que se pierde al fondo de los siglos.
Qué alejados están todavía de la verdad los otros que piensan en Mí, quizá sí, glorioso en el Paraíso pero olvidado o
desinteresado de las cosas de los hombres y de los acontecimientos humanos.
Éstas son las distorsiones de una fe tenue,
enferma y contagiada por la ignorancia.
Un cristiano no puede ignorar mi presencia, además de en el Paraíso, también en la tierra. Los cristianos no pueden
ignorar que estoy y estaré en la tierra hasta la consumación de los tiempos.
Ningún hecho o acontecimiento de las personas o de los pueblos, por grande o pequeño que sea, puede ser extraño a mi
Corazón misericordioso.
¡No sería Dios, si esto no fuera así!
Los cristianos no deben ignorar que, si físicamente no puedo ya sufrir, en cambio moralmente estoy atrozmente
apenado por la frialdad e ingratitud, por las ofensas, las traiciones y las horribles blasfemias con las que continuamente
soy ultrajado.
Los Judas se han multiplicado fuera de medida.
El amor no es correspondido, y a menudo recompensado con
hostilidades e insultos de todo género, y sufrimiento que los hombres en la dureza de su corazón no pueden
comprender.
Qué alejados están de la realidad aquellos que tienen una visión tan nebulosa del Misterio de la Salvación. Misterio en
acto, es el Misterio de la Cruz, que continúo en la crudeza atroz aunque en modo incruento.
Mi Sangre es derramada en verdad continuamente por la remisión de vuestros pecados; mi Cuerpo es verdaderamente
dado en alimento para nutrir vuestras almas. Soy verdaderamente la Víctima ofrecida al Padre y en Mí, Víctima divina,
Humanidad y Divinidad se encuentran y se reconcilian en un amor infinito.
Allí está Dios omnipotente
Hijo mío, ¡si por lo menos mis sacerdotes tuvieran la firme y sólida convicción de que Yo, Hijo de Dios, verdadero
Dios y verdadero hombre, punto de encuentro de la humanidad pecadora con mi Padre celestial, estoy siempre con
vosotros, en medio de vosotros día y noche en estado de víctima!
Si por lo menos estuvieran convencidos, cuando me encierran entre aquellas pequeñas cuatro paredes, que allí está
Dios Omnipotente, Creador del Cielo y de la tierra, Redentor y Salvador, podrían tener por lo menos un latido de amor
por Mí, pero para estas consideraciones no hay lugar en el ánimo.
Han abandonado mis caminos, mis senderos y no tienen tiempo de buscarme en mi humilde morada. Una fe viva,
verdadera, vivida hora tras hora en una ofrenda continua, haría inflamar un incendio purificador en toda Mi Iglesia;
sería capaz de aplacar la divina Justicia y detener la hemorragia de almas encaminadas a la perdición eterna.
¡Qué tremenda responsabilidad para mis sacerdotes, que tienen posibilidad y medios eficaces para colaborar Conmigo
para la salvación de las almas, pero no se sirven de ello!
Confianza en el medico
—¿Qué hacer, Señor, para que nosotros sacerdotes podamos entrar nuevamente en nosotros mismos? ¿Para que
podamos salir de la oscuridad que nos envuelve, para despertarnos del letargo en el que hemos caído? ¿Para que
podamos sacudirnos y salir de la crisis que nos ha afectado?
Se necesita que con gran humildad os convenzáis del mal que sufrís. Ningún enfermo, si no tiene clara conciencia de su
mal, puede sentir la necesidad de curarse.
Ningún enfermo si no tiene plena confianza en el médico que lo cura, se da prisa de curarse.
Ninguno de mis muchos sacerdotes afectados por crisis de fe, si no se convence de su mal, sentirá la necesidad de curarse
espiritualmente.
Ninguno de mis sacerdotes afectados por crisis de vida interior, si no tiene confianza en Mí, presente en mi Vicario,
encontrará la fuerza para recuperarse.
Yo he hablado, por medio de Mi Vicario, abundantemente acerca de la infección que aflige al clero de este siglo
materialista.
He indicado con claridad las causas y los remedios de esta infección. Pero ¿quién ha tomado en serio mis palabras?
Aun prescindiendo de esto, que es tan importante, ¿no soy Yo el Camino, la Verdad y la Vida?
¿No he dicho claramente: "quien quiera venir en pos de Mí tome su cruz y niéguese a sí mismo?” ¿No es ésta una
clarísima indicación para todos y para mis sacerdotes en particular?
Aquí, hijo mío, está la clave y la solución de todos los problemas originados por la crisis de fe. Mortificación interior y
mortificación exterior.
Esto contrasta con la vida que se lleva y se quiere llevar: cine, televisión, automóvil sin a veces justificación pastoral
alguna que lo excuse, dinamismo febril pero improductivo, poca disponibilidad y propensión para la oración.
De aquí el paso a la rebelión interior y exterior es breve.
Entonces, en una verdadera y propia anarquía los últimos
resplandores de fe se apagan en un tenor de vida enteramente condicionado por la civilización pagana de este siglo.
Poned la segur a la raíz sin tergiversar, podando lo que debe ser podado, después en mi Corazón Misericordioso
encontrareis todos los remedios para remontar el sendero arduo, sí, pero no impracticable de la virtud.
Te bendigo hijo, Ámame mucho.
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