La Medalla de la Virgen de las Gracias, más conocida como Medalla Milagrosa, tuvo origen en Francia, en 1830, cuando fue revelada por la Virgen a santa Catalina Labouré, joven religiosa en el convento parisino de las Hijas de la Caridad. Esta Medalla fue acuñada por orden de la propia Santísima Virgen, como signo de amor, prenda de protección y fuente de gracias.
La forma de la Medalla es oval. En una de las caras está representada la Virgen, con los brazos extendidos, mientras distribuye gracias a los fieles, representadas por la luz que irradia; al mismo tiempo, con su pie virginal aplasta la cabeza de la serpiente infernal.
Alrededor de la imagen, está circundada por esta invocación:
"Oh María, concebida sin pecado,
rezad por nosotros que recurrimos a Vos"
En la otra cara figuran la letra M coronada por la Cruz, y debajo los Sagrados Corazones llameantes de Jesús y María; este conjunto está rodeado por doce estrellas.
Las apariciones de la Medalla Milagrosa abrieron en 1830 un ciclo de grandes manifestaciones marianas, que siguieron con las apariciones de La Salette (1846), de Lourdes (1858) y culminadas finalmente en Fátima (1917).
La Iglesia en peligroPara comprender bien los orígenes y el significado de la Medalla, hay que conocer algunas cosas sobre la vida de santa Catalina Labouré y sobre el contexto histórico de la época en la que vivió.
La Medalla fue dada a la Iglesia en un periodo de grandes desórdenes y turbulencias que afectaron a Francia y a toda Europa, un periodo por tanto de grandes peligros también para la Iglesia.
Desde la Revolución Francesa (1789) en adelante, una cadena de conspiraciones, revueltas, guerras había alterado al continente y se concretó en una feroz persecución no sólo contra el clero sino contra toda la Iglesia.
Las revoluciones liberales intentaban separar los Estados de la Iglesia para transformarlos en instrumentos de guerra contra la religión; intentaban destruir el orden de la Cristiandad para instaurar sobre sus ruinas una sociedad no fundada sobre el Decálogo, sino sobre una especie de anti-Decálogo, permitiendo por ley lo que Dios prohíbe como pecado y prohibiendo por ley lo que Dios prescribe como virtud.
En verdad, tras años de guerras y de revoluciones, en la época en la que tuvieron lugar las apariciones de la Medalla, la situación europea parecía haberse calmado. Pero se trataba sólo de una pausa: bien pronto la situación se precipitaría. En la vigilia de la nueva tempestad tuvieron lugar las apariciones de la Virgen a santa Catalina.
La primera apariciónLa noche entre el 18 y el 19 de julio de 1830, hacia las once y media, Catalina oyó una voz que la llamaba por su nombre. Vio a un misterioso niño vestido de blanco que le dijo: "levántate en seguida y ve a la capilla, la Santísima Virgen te espera".
Este niño, que era su ángel custodio, la condujo a la capilla, en la que todas las velas y lámparas estaban encendidas. De repente el niño exclamó: "¡aquí está la Santísima Virgen!". Apareció entonces una señora maravillosa, sentada en un sillón colocado en el presbiterio.
Catalina corrió donde ella y se arrodilló en las gradas del altar; permaneció en esa postura escuchando, con las manos familiarmente apoyadas en las rodillas de la Virgen. "Ese momento fue el más dulce de mi vida y me es imposible describir lo que sentí ", afirmará después la vidente.
Durante la aparición que duró una hora y media, María le dijo: "Hija mía, el buen Dios quiere confiarte una misión. Tendrás muchos sufrimientos, pero los superarás pensando que los recibes para glorificar al buen Dios. Conocerás el mensaje que te viene de Él. Serás rechazada, pero la gracia te ayudará. ¡Confía y no temas! Da cuenta de todo lo que veas y oigas".
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