Tristemente el hombre, ese hombre que es mi
mayor obra, la más perfecta, el hombre que un día llamé a la vida soplando
sobre su nariz mi aliento, ese hombre que amo porque es mi misma esencia dedica
su vida en matar al fabricante de su vida, día a día escucho una y otra vez las
mismas palabras: ¡No quiero saber nada de ti!!, me quitan la vida dentro de su
ser, destruyen los planos en los cuales diseñé sus vidas, y al poco tiempo
irremediablemente viene la pregunta: ¿Por qué nada
me sale bien?
Quisiera que mis hijos comprendan que si prescinden
de mí, que soy su Padre y quien los ha escogido para un propósito en especial,
morirán en el más cruel olvido, sus vidas no habrán servido de nada, no habrán
huellas ni en el cielo ni en la tierra de sus pisadas, serán como huellas en el
mar, que se desvanecen con el ir y venir de las olas, es por eso que veis en
vuestro mundo hoy tantos abusos de poder, tantos abusos del hombre contra su
pareja, contra su mujer, su hermana, su esposa, su amiga, su compañera, y es el
resultado de haberme apartado de su vida.
El único camino a la vida, es permitir que la vida
habite en vosotros, debéis ser ordenados en vuestra vida, no os hagáis daño a
vosotros mismos, cuidad vuestra vida como lo que es, un valioso tesoro, tampoco
destruyas tu propia vida y la de los demás usando tu lengua, pues todo lo que
decís, funcionará a vuestro favor o en vuestra contra.
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Hay algo importante que me gustaría hablar, pues todos pecamos de lo mismo ante Dios.
El deseo de nuestro Creador es que sus hijos vivan en su voluntad, las 24 horas del día, desea que vivamos en Dios siempre, pues no se puede caminar dos caminos, servir a dos amos a la vez, nuestro Señor es celoso de sus hijos y no lo comparte con nadie que desee usurpar un alma suya, creada por sus manos benditas.
Nosotros sus hijos, durante el día, a veces amamos y a veces odiamos, pasamos de una facilidad asombrosa de crear algo bonito y bello a destruirlo todo, pues amamos una hora al día y el resto nos dedicamos a apartar a nuestros hermanos, ayudamos a otros hermanos que nosotros consideramos idóneos para ayudar, y luego en otro momento alimentamos nuestro ser interno de deseos terrenales, queriendo conseguir cosas en nuestra vida obligadamente para nuestro bien, sin darnos cuenta que es la voluntad divina que debemos hacer, debemos alimentar a la luz no a la oscuridad, y cada vez que mandamos un sentimiento a un hermano o hermana que no es amoroso, que es negativo, son dardos venenosos, con los malos deseos, se mata a nuestros hermanos, y pensamos equivocadamente que somos buenos, hasta santos, claro vamos a misa, tomamos la comunión, nos fundimos con Jesús!! Banda de hipócritas somos, para servir a Dios es una alianza de vida, nos levantamos amando y nos acostamos amando, sin hacer diferencias de nadie, ni de credos, ni de razas, Dios es amor, solo amor, y dentro están todas las virtudes, los sentimientos debemos purificarlos, siendo caritativos, no podemos atacar a nadie, es que acaso Jesús no enseño que debemos atacar a nuestros hermanos, parece que fuera eso lo que enseño por lo que el hombre hace, todo es una guerra, todos contra todos, una congregación contra otra porque hace cosas diferentes, dentro de una comunidad, todo son celos y envidias, todo querer tener poder y aparentar, las buenas acciones se reparten en cientos de asociaciones que se llevan mal entre si luchando por lo mismo, no se unen, sino que discuten quien va a tener la medalla más grande. Todo el aparentar sin darse cuenta que Dios vive dentro de cada persona dela tierra, de cada hermano, todo lo sabe porque vive dentro de nuestra alma continuamente, y solo espera que nos demos cuenta, solo hay que AMAR, pero de verdad no mezquinamente, con caridad, con humildad y sencillez, nuestro camino está ya marcado tenemos las huellas marcadas en el suelo, en nuestras almas, son las huellas de Jesús, ¿quién pisa esas huellas? Pocos, muy pocos, y esos pocos son tratados de locos, como a Jesús se le trato, le dijeron a nuestra Virgen y Madre María, Tu hijo se ha vuelto loco, pues sí, es la locura del amor, de la entrega total de nuestra vida por los demás hermanos, pues todos hijos de Dios, todos tenemos un alma divina, y todos somos pecadores, unos se ven más que otros, pero los pecados peores son los que se llevan escondidos en malos deseos y por fuera se muestran santos, para que le pongan en buen lugar y sea querido y respetado, cuando el mayor respeto y grandeza es hacer la voluntad del Altísimo, seamos transparentes con nosotros mismos y con los demás, seamos consecuentes con lo que decimos, que nuestros pensamientos sean puros sanos y los sentimientos y lo accionemos en el mundo, dejando ya de una vez a ese ser oscuro que nos tiene dominados que es el EGO, ese ser que está unido a la oscuridad, el que le alimenta, por tanto vamos a dejar claro a quien queremos servir, al amor o al odio, por lo menos seremos francos que ya es una virtud. Que Dios los bendiga abundantemente, todos somos uno en el Señor. Amen
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