2 9 de Septiembre de 1975
ESENCIAL Y URGENTE REVISIÓN
Hijo, todo comandante de estado mayor reúne periódicamente en torno a su mesa de trabajo a sus ayudantes. Con ellos
revisa los diferentes planes de defensa y también de ataque; se da quehacer para que sus planes estén siempre bien estudiados, preparados según el sucederse las relacione de los varios pueblos circunvecinos, para que estén listos para
toda coyuntura.
Así hacen los hombres que tienen responsabilidades sociales.
También en mi Iglesia y en mis Iglesias se debería haber hecho otro tanto con el mismo diligente y solícito esmero.
En mi Iglesia hay un inmenso ejército de confirmados que debe ser adiestrado para la lucha contra los enemigos del
alma: los demonios, las pasiones y el mundo.
Toca a la Jerarquía, al los varios estados mayores de las Iglesias locales, organizar y conducir esta gigantesca batalla
que se combate desde la creación del hombre y continuará sin interrupciones hasta el fin de los tiempos.
Ya he dicho que los hombres, ya sea tomados particular o socialmente, son objeto y víctima de esta lucha contra las
oscuras y tenebrosas potencias infernales, para las que toda insidia y seducción son buenas con tal que se pierdan las
almas.
Ya no se presta fe a esto por parte de muchos.
Al no creer, no se valoran las fuerzas ni las posibilidades del Enemigo
por lo que resulta imposible conducir una guerra bien organizada, si de ella no están convencidos ni sobre el plano
individual ni sobre el plano social.
Es laudable la diligencia con el que algunos estados mayores preparan sus planes, convencidos de estar cumpliendo un
deber. Es deplorable por el contrario la inercia de parte de estados mayores de otras Iglesias locales, que no saben ni
preparar ni ejecutar sus planes de defensa ni de ataque contra todas las fuerzas del Mal.
Hasta demasiadas cosas
Se hacen sí muchas cosas: a veces hasta demasiadas cosas, que sirven bien poco para el fin, que es el de desbaratar las
fuerzas del Maligno.
Los enemigos de la Iglesia, del bien y de la verdad se han hecho atrevidos y prepotentes; avanzan cada vez más y se
hacen cada vez más insolentes, llegando a subvertir las leyes divinas y naturales ¿Por qué, hijo mío?
Muchas responsabilidades pesan sobre mi Iglesia por los muchos males que la afligen, a la base de los cuales está la
crisis de fe, la crisis de vida interior.
No raramente se ha llegado a ser cómplices de los enemigos de Dios y de la Iglesia. Debilidad, morboso amor al
prestigio, falta de unidad, verdadera y propia anarquía.
Ha sido desfigurada la fisonomía de los hijos de Dios y de los
ministros de Dios.
¡Es tiempo de despertar! Es tiempo de poner la segur a la raíz.
Quiero decir que es tiempo de responder a mi insistente
invitación a una verdadera conversión, antes que sea demasiado tarde.
Es tiempo de que los diferentes estados mayores de mis Iglesias cesen de perder tiempo en cosas o iniciativas inútiles.
Tienen el yerro de no ir a las raíces de los males.
Examen de conciencia
La gravedad de la situación impone un plan válido para todos, para llevarse a la práctica por todos al vértice y a la base,
con obligado examen de conciencia que lleve a las siguientes conclusiones:
—¿Estamos convencidos de la necesidad de revisar seriamente la concepción sobre la que está basada nuestra vida?
¿Es vida integralmente cristiana? ¿O en parte pagana? ¿O del todo pagana?
— ¿Estamos dispuestos a elaborar un nuevo plan de vida interior? ¿Un nuevo modo de vivir nuestra fe, la esperanza, la
caridad, la vida de gracia?
—¿Estamos dispuestos a hacer lo que hacen tantos hombres con laborioso empeño, para adiestrarnos contra las fuerzas
del Mal con una verdadera cruzada de oración y de penitencia?
—¿Estamos dispuestos a hacer callar los tumultos que se levantan en torno a nosotros (y son tantos) para escuchar en el
silencio y en el recogimiento las invitaciones que nos vienen de lo Alto, para ayudarnos a conjurar los peligros que nos
dominan?
—¿Estamos dispuestos a retornar a una devoción viva, sincera, a la Madre de Jesús y Madre nuestra? ¿A acoger su
llamada a la mortificación y a la penitencia?
—¿Estamos dispuestos a un regreso sincero y vivo a Jesús Eucaristía?
Si mis sacerdotes, tan ocupados en tantas actividades, quieren ser objetivos, deben admitir que no obstante su febril
trabajo, no ofrecen ya, salvo excepciones, motivos de credibilidad.
¿Se han secado quizá las fuentes de la Gracia?
¡No! Mi Corazón misericordioso está siempre abierto.
En sí mismos deben volver a buscar las causas. Se necesita poner la segur a la raíz; quiero decir que urge que
cambiéis la ruta primero vosotros sacerdotes, si queréis que el grueso del ejército os siga.
Para esto sí que vale la pena de encontrarse y en una leal y sincera fraternidad elaborar un nuevo plan de reforma
espiritual.
¿No es esto al fin lo que os pide el Concilio?
Vida de gracia, unidad y obediencia, fin de la anarquía, lucha contra el demonio y contra el mal sin descender a
compromisos, son los grandes temas que verdaderamente hay que profundizar, en el vértice y en la base.
¿Qué se espera todavía para hacerlo?
Miedo, vergüenza, respeto humano, apego a una vida cómoda...
¡Convertíos, convertíos! No os dé miedo ni os
escandalice esta invitación.
Yo y Mi Madre, que tanto os amamos, estaremos a vuestro lado. Se trata de la salvación de vuestra alma y de aquellas
que se os han confiado.
Hijo, te bendigo; ámame.
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