Por la unión de la Iglesia y por el Santo Padre (1985)
La Santísima Virgen dijo:
–Hijos míos que practican el ofrecimiento de vida: el digno Vicario de mi Santo Hijo está esforzándose fervorosamente en promover la unión de la cristiandad porque lleva en el corazón el anhelo de mi Santo Hijo: “Que se haga un redil bajo un solo Pastor”. Lo que anhela mi Santo Hijo, eso también anhela mi Corazón maternal.
–Si el interés de la unión de los cristianos así lo requiera, hijos míos, su Madre estaría dispuesta a ponerse a un lado con profunda humildad, sólo para que se cumpla el deseo de mi Santo Hijo. Para favorecer la unidad de los cristianos pedía en mis mensajes que la forma de dirigirse a mí, que más me agrada, es ésta: “La Madre de Jesús”, porque esto aceptarían con más agrado mis hijos que están en otro redil. Los primeros apóstoles de mi Santo Hijo también me llamaban así: La Madre de Jesús. Deseo ser Madre amante de los que me aman, pero de aquellos también que no me aceptan porque yo tomo del amor inflamado del Corazón de mi Hijo, el amor maternal de mi Corazón con el que abrazo a todos.
–Hijos míos que hacen el ofrecimiento de vida, ¡sigan el ejemplo de su Madre! Saquen también de esta fuente, a fin de que en ustedes también se inflame el amor, que olvidándose de sí, abraza a todos los hombres. Como fruto de esto se completaría la obra de la redención y se lograría también la unión de los cristianos. Este sería el principio del advenimiento del Reino de Dios que desembocará en la eternidad.
– ¡Oren cada día, hijos míos, con fervoroso corazón por el Santo Padre! ¡Ayúdenlo en su trabajo sobrehumano! Él es verdaderamente digno Vicario, –revestido de Cristo-, de mi Santo Hijo. Él es enteramente mío, y yo soy plenamente suya en mi maternal amor.
Primavera de 1985
La Santísima Virgen me dijo:
– ¡Vengo con un baño de sangre!
Ella me permitió saber en qué país sucedería esto. Unos meses más tarde me volvió a decir:
–Por motivo de los muchos actos de reparación, no habrá un baño de sangre, pero sí sangre. La reparación hecha en Hungría y en todo el mundo ha sido muy agradable a Dios. Le pregunté:
– ¿Cuándo vendrás?
– ¡No voy a venir, ya estoy aquí!
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