Queridos hermanos:
El Evangelio de este domingo y el del siguiente son relatos de vocación, el de hoy se centra en el encuentro con Jesús. Cada uno de nosotros, como Samuel, Juan, Andrés o Pedro, hemos descubierto a Jesús que se cruzó en nuestro camino. Entonces pasamos de lo conocido, lo seguro, al mundo de lo desconocido, lo nuevo: “serían las cuatro de la tarde”, es preciso recordar de vez en cuando aquel momento. Sin un: “¿dónde vives?”, sin la seducción de seguirle, no hay discípulo. Sabíamos poco, Él nos dijo: “Venid y veréis” y en eso estamos. Hemos de hacernos con una experiencia de encuentro con Jesús para ser cristianos.
“Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día”, hay algo que les preocupa a los dos discípulos: dónde vive Jesús. Es decir: qué piensa, qué hace, qué proyectos tiene… Para eso hay que ir y ver; hay que moverse, salir de uno mismo; hay que palpar, experimentar. Nada de doctrinas, es una experiencia personal, es convivir con él y quedarse con él. El resto vendrá con el tiempo: escuchar su palabra, interpretar sus gestos, asumir su destino, vivir su estilo de vida… y se tratará de seguirle, no de imitarle, que es imposible. Quizás ya llevamos varios años siguiendo a Jesús y estamos como Samuel a quien “el Señor no le había revelado su Palabra”, por eso Elí nos dice: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Este es el proceso normal de la fe: lanzarse hacia delante e iniciar un camino nuevo, pero sin toda esa seguridad de un mundo ya pensado, hecho y terminado. Estamos en el tiempo de ver, pensar, meditar, comparar, analizar, enjuiciar, decidirse, equivocarse y volver a comenzar. Es momento de descubrir la Palabra de Dios revelada en Cristo; ni el catecismo, ni las predicaciones, ni los libros teológicos, pueden suplir a la llamada que debemos escuchar en el interior de nuestra vida.
Andrés, hermano de Simón, le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” y lo llevó a Jesús. Y es qué, sí conocer a Jesús es lo mejor que nos ha pasado, debemos trasmitírselo a todos. La comunidad cristiana no se forma por una llamada espectacular, sino que la mayoría de las veces se hace presente allí donde la gente busca la vida. Es Jesús quien llama, pero por intermedio de otros discípulos, por mediación de las personas que lo siguen, por eso la importancia de nuestro testimonio, de llevar a otros a ver a Jesús. Por cierto, este Maestro no se queda en su casa, nos dirá más adelante que no tiene donde reclinar su cabeza; mira adónde vas y a quién llevas, el camino será largo. Dime dónde vives, con quién te juntas, y te diré qué es lo que buscas. La mejor referencia, en el camino de la vida, son los caminantes que saben adónde van. No encontraras seguridades, sólo la certeza de que estas habitado, acompañado en las dificultades y alegrías de tu camino personal.
Así llegamos al final: “Jesús se le quedó mirando y le dijo: Tú eras Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)”. Lo miró y lo cambió el nombre, descubriendo todo lo que había en él de inexplorado y no aprovechado. Cada uno de nosotros fue llamado de forma distinta; uno a uno fuimos elegidos para formar parte de la comunidad de los cristianos, la experiencia es personal, pero se vive con otros. Y aquí estamos en la comunidad del seguimiento, recordándonos unos a otros, qué un día nos miró y comenzamos el camino. Sigue poniéndote a tiro, sigue buscando, acogiendo, que su música suene dentro y bailaras por las noches debajo de las estrellas, con todos tus amigos, al ritmo del Evangelio. Nos llama por nuestros nombres: Paco, María, Ana…, para formar el Pueblo de Dios y proclamar el Reino.
PD: Este domingo de celebra la Jornada Mundial de Migrante con el lema: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” y comienza también la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
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