El Papa Francisco bendice a una familia en la audiencia general de hoy. Foto Daniel Ibáñez / ACI Prensa
VATICANO, 02 Sep. 15 / 10:16 am (
ACI).- El Papa Francisco continuó su ciclo de
catequesis sobre la
familia y habló hoy sobre la importancia de la transmisión de la fe al interior y al exterior de ella. El Santo Padre explicó que la familia constituida sobre el
matrimonio de un hombre y una mujer es capaz de dar esperanza y alegría a “
la ciudad del hombre”
que ha caído en la depresión.
El Papa explicó que la
Iglesia está destinada a convertirse “en un lugar plenamente familiar para el encuentro con Dios. Vamos adelante en este camino, no perdamos la esperanza, donde hay una familia con amor, esa
familia es capaz de calentar el corazón de toda una ciudad con su testimonio de amor”.
El Santo Padre dijo luego que Dios quiere que la familia sea portadora de esa esperanza y por ello “el Espíritu traerá el alegre desorden a las familias cristianas y la ciudad del hombre saldrá de la depresión”.
“La sabiduría de los afectos –prosiguió el Pontífice– que no se compran y no se venden, es la mejor dote del genio familiar. Especialmente en la familia aprendemos a crecer en aquella atmósfera de la sabiduría de los afectos. Su ‘gramática’ se aprende allí, de otra manera es muy difícil aprenderla. Y es especialmente este lenguaje a través del cual Dios se da a entender a todos”.
Para el Papa Francisco “la circulación de un estilo familiar en las relaciones humanas es una bendición para los pueblos: trae nuevamente la esperanza a la tierra. Cuando los afectos familiares se dejan convertir por el testimonio del Evangelio se hacen capaces de cosas impensables, que permiten tocar con la mano las obras de Dios, aquellas obras que Dios realiza en la historia, como aquellas que Jesús ha hecho para los hombres, las mujeres, los niños que ha encontrado”.
“Una sola sonrisa milagrosamente arrancada de la desesperación de un niño abandonado, que vuelve a vivir, nos explica la acción de Dios en el mundo más que mil tratados teológicos. Un solo hombre o una sola mujer, capaces de arriesgar y de sacrificarse por un hijo de otros y no solo por el propio, nos explican cosas del amor que muchos científicos no pueden comprender.
Donde están estos afectos familiares brotan estos gestos del corazón que nos hablan más fuerte que las palabras”.
El Santo Padre resaltó asimismo que “la familia que responde a la llamada de Jesús devuelve la dirección del mundo a la alianza del hombre y de la mujer con Dios. Piensen en el desarrollo de este testimonio hoy”.
“Imaginemos que el timón de la historia (de la sociedad, de la economía, de la política) sea entregado –¡finalmente! – a la alianza del hombre y de la mujer, para que la gobiernen con la mirada dirigida a la generación que viene. Los temas de la tierra y de la casa, de la economía y del trabajo, ¡tocarían una música muy diferente!”
“Si volvemos a dar protagonismo –a partir de la Iglesia– a la familia que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica, nos transformaremos como el vino bueno de las bodas de Caná, ¡fermentaremos como la levadura de Dios!”
El Pontífice subrayó luego que “la alianza de la familia con Dios está llamada hoy a contrastar la desertificación comunitaria de la ciudad moderna. Pero nuestras ciudades se han vuelto desertificadas por falta de amor, por falta de sonrisas. Muchas diversiones, muchas, muchas cosas para perder el tiempo, para hacer reír, pero falta el amor, especialmente la familia, ¡especialmente la familia! aquel papá, aquella mamá que trabajan y con los niños”.
“La sonrisa de una familia es capaz de vencer esta desertificación de nuestras ciudades y esta es la victoria del amor de la familia”, afirmó.
El Papa resaltó también que “
ninguna ingeniería económica y política está en capacidad de sustituir este aporte de las familias. El proyecto de Babel edifica rascacielos sin
vida. El Espíritu de Dios, en cambio, hace florecer los desiertos. Debemos salir de las torres y de las bóvedas blindadas de las élites, para frecuentar de nuevo las casas y los espacios abiertos a las multitudes, abiertos al amor de la familia”.
Francisco explicó luego que si bien el Señor tiene palabras duras cuando dice, por ejemplo, que si alguien prefiere a alguien de su familia en lugar de Él no es digno suyo, “naturalmente, ¡Jesús no quiere anular el cuarto mandamiento con esto! (…) No podemos pensar que el Señor, después de haber realizado su primer milagro para los esposos de Caná, después de haber consagrado el vínculo conyugal entre el hombre y la mujer, después de haber restituido hijos e hijas a la vida familiar, ¡nos pida ser insensibles a estos vínculos! Esa no es la explicación, no”.
“Al contrario, cuando Jesús afirma la primacía de la fe en Dios, no encuentra una comparación más significativa que los afectos familiares. Y por otro lado, estos mismos vínculos familiares dentro de la experiencia de fe y del amor de Dios se transforman, son ‘completados’ con un sentido más grande y se hacen capaces de ir más allá de sí mismos, para crear una paternidad y una maternidad más amplias y para acoger como hermanos y hermanas también aquellos que están al margen de toda relación”.
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