Sergio Pascual que fue, incluso costalero de la sevillana Virgen de las Angustias, no debió entender bien el mensaje. Sostiene que no está dispuesto a dejar la Semana Santa ni en manos de la jerarquía eclesiástica ni de cualquier ayuntamiento porque “es nuestra, no de la jerarquía eclesiástica, no del Ayuntamiento y no de alguna ideología o creencia concreta”. Manda huevos. A su valor artístico e incluso económico, añade, “se suma el capital social, en el sentido de Putnam -he tenido que mirar si Putnam era un cardenal de la Iglesia Católica o un personaje de Juego de Tronos, porque no tenía el gusto de conocerle- de las redes de la sociabilidad y solidaridad, que se extienden por todo el tejido sevillano a través de las cofradías”. Sevilla y cierra España, porque debe ser que no hay más Semana Santa que la de allí y Pascual se niega a que nadie -los que creen en Dios, los que estos días conmemoran el misterio de su muerte y de su resurrección, los obispos y sacerdotes incluso, se atrevan “a robarles a los sevillanos su fiesta”.
Si alguno de estos indocumentados se atreve a democratizar a Dios parte de la culpa será de los católicos
Si, finalmente, alguno de estos indocumentados se atreve a democratizar a Dios por decreto-ley, a elegir por votación popular o del Parlamento autonómico de turno cómo se celebra, los pasos que salen o quien preside la misa de Pascua, siguiendo a Putnam o a quien se tercie, buena parte de la culpa la tendremos los católicos por no defender con firmeza y sentido común aquello en lo que creemos. Si mala es la mayoría absoluta del PP o del PSOE, imaginen otras alternativas.
Lo que celebramos los católicos -muchos millones todavía, que vivimos nuestra fe, que acudimos cada domingo a misa, que contribuimos con nuestros impuestos a sostener a la Iglesia Católica, o que apoyamos la labor social y de misericordia de Cáritas- a pesar de la secularización creciente y lo que atrae a millones de ciudadanos en la Semana Santa es un mensaje de fe y de esperanza, que forma parte esencial de la cultura europea y española y que, efectivamente, es también arte del grande, un bello y doloroso espectáculo, pero, sobre todo, una profunda demostración de esperanza en que Cristo resucitó y nosotros lo haremos con Él. El Cristo que hizo del Amor su único mandamiento.
La Semana Santa es de los cristianos y está abierta a todos, pero sin convertirla tampoco en un festival
La Semana Santa es de los cristianos y está abierta a todos sin exclusiones, pero sin convertirla tampoco en un festival por mucho que sea transversal y opere “simbólicamente para reproducir y consolidar lazos de solidaridad mecánica en el sentido durkheimiano o, por qué no, para recrear la communitas espontánea de Turner”, que dice el ínclito Sergio Pascual. Lo dicho Pablo, que está bien cesado. Vivan la Semana Santa, la de verdad, la única. Lo otro es populismo barato.
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