Monseñor Carlos Simón Vázquez, subsecretario del Consejo Pontificio de la Familia, invitado a participar del I congreso internacional sobre la vida humana y IV congreso regional de vida y familia del NOA, dialogó con médicos y público en general. Vázquez, además de ser sacerdote, es licenciado en medicina, doctor en teología y docente. En 2008 fue designado por el papa Benedicto XVI como subsecretario del Consejo Pontificio de la Familia. Durante una entrevista con El Tribuno se refirió a temas como la eutanasia, el ensañamiento terapéutico y el aborto, entre otras cuestiones.
¿Considera que el concepto de familia se ha ido transformando con el correr de los años?
Creo que sí, pero no en un mal sentido de la palabra. Hay muchos aspectos positivos que han aparecido, como el vocacional, el de cooperación, la ayuda del hombre en las labores de la casa y la preocupación por los hijos, por ejemplo. Es decir que existen muchas sombras sobre la familia actual, pero también muchas luces positivas. Me gustaría subrayar esto, pues hay un mayor compromiso de amor entre los cónyuges, una mayor implicación de todos y el respeto a los mayores.
¿Cuál es su postura con respecto a la eutanasia y el aborto?
La eutanasia y el aborto son atentados contra la dignidad del ser humano. El aborto es un crimen nefasto por el cual la persona más indefensa, pobre y pequeña, se ve amenazada por la decisión de otra persona. Es algo que entristece a quien lo hace y a toda la sociedad, porque la vida es siempre un bien.
La eutanasia es algo que actualmente la medicina tiene en sus manos. Efectivamente, hay muchas enfermedades horrorosas, pero nadie tiene el derecho de acabar con la vida de otra persona porque no nos pertenece, simplemente se nos ha dado. Administramos nuestra vida, pero no somos los propietarios de ella. Creo que hay alternativas, recursos y opciones para superar estas dificultades al inicio y al final de la vida. Yo creo que la ciencia médica está apta para conseguir un equilibrio.
¿Dónde deben pararse los médicos en relación con su obligación de brindarle al paciente una muerte digna?
El conocido “encarnizamiento terapéutico” es una desproporción en la utilización de los medios, y eso también es inhumano. La vida no puede ser artificialmente mantenida a cualquier costo. Eso no es respetar la salud. Cuando una vida ha llegado a un estadio muy delicado, quizá puede pensarse en eliminar los tratamientos naturales, como la hidratación y la alimentación del paciente, para que pueda tener una muerte natural y digna. Evidentemente, esto no tiene nada que ver con el concepto de eutanasia. Pero tampoco debería optarse por toda esa artificialidad empeñada en mantener al sujeto como un objeto que debe mantenerse a toda costa.
Durante su conferencia hizo referencia al concepto de muerte digna, sobre todo en personas que llevan mucho tiempo enfermas y que, entonces, deciden interrumpir los tratamientos médicos. ¿Cuál es la línea que divide esa decisión profesional del concepto de eutanasia?
La dignidad consiste en ser respetado como persona, en no ser tratado como un instrumento o un objeto; en ese sentido, considero que todos deben tener el derecho a morir en paz, sin ser condenados a un sufrimiento innecesario.
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