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Silenciosamente las compañías de biotecnología están produciendo biofármacos en forma natural, o sea mediante modificaciones genéticas en las plantas alimenticias de consumo humano, cuyo consumo permitirá luego ingerir automáticamente drogas y vacunas mientras se comen, como el maíz, la soja, el trigo, etc.
Estas modificaciones no están siendo ni informadas ni consultadas, en la medida que en EE.UU., curiosamente no se exige a los transgénicos que sean distinguidos en su etiqueta, y en otros mercados tal vez aparezcan en letra microscópica en las etiquetas.
Está de más decir el peligro que representa dejar en manos de las compañías farmacéuticas nuestra alimentación, desde el momento que, aun suponiendo una intención franca y totalmente honesta, no se sabe cuál es el efecto a largo plazo de los transgénicos, y lo poco que se sabe es verdaderamente alarmante.
La verdad es en realidad mucho más extraña que la ficción, sobre todo cuando se trata de los planes futuros abiertos y admitidos de las empresas de biotecnología más importantes. Uno de estos casos involucra a una compañía de biotecnología conocida como ProdiGene, funcionarios de la cual en realidadse enfrentaron a penas de cárcel en 2002 por contaminar el suministro de alimentos tradicionales con cultivos “biofarmacéuticos” que crecían como productos farmacéuticos con componentes asociados para vacunas contra el SIDA, la diabetes y la diarrea.
Por la contaminación de 500.000 toneladas de soja con biofármacos que contenían componentes farmacéuticos y vacunas asociadas con enfermedades mortales, la compañía fue sancionada con una multa menor de U$S 500.000 por la USDA (la misma organización gubernamental que proporciona a los cultivos de Monsanto aprobación a velocidad especial mientras la compañía hace un flagrante desprecio de su Reglamento). Como resultado, los cultivos farmacéuticos se mezclaron en realidad con los cultivos tradicionales y los agricultores sin saberlo habían plantado ya los cultivos para el consumo humano. La USDA afirma, sin embargo, que las cosechas fueron confiscadas.
Después de recibir la multa y un poco de cobertura de prensa sobre el tema, ProdiGene decidió no pedir disculpas, sino ampliar su misión. La compañía, junto con estimaciones de Dow AgroSciences, señaló que trata de llegar a U$S 200 mil millones en cultivos biofarmacéuticos dentro de 10 años (a partir del 2004). Por otra parte, ellos estiman que el 10% del maíz en los Estados Unidos será biofarmacéutico en la naturaleza.
En otras palabras, los alimentos podrían contener nano-vacunas ocultas, antibióticos, antidepresivos, o cualquier otra forma de medicamento farmacéutico.
Una empresa con sede en California ha creado incluso un maíz espermicida para ser utilizado como un anticonceptivo de masas. En un artículo de AlterNet titulado “Espermicidal Breakfast Cereal”, el autor Carmelo Ruiz-Marrero pregunta:
“¿Qué pasaría si el maíz o el trigo anticonceptivo o antibiótico accidentalmente llega al supermercado? Nadie lo sabe, pero eso no detiene a los agronegociantes en el desarrollo de estos cultivos.”
¿VACUNAS, MEDICAMENTOS, ESTERILIZACIONES EN LA CENA?
La existencia de esta tecnología trae la lucha contra los transgénicos a un nivel completamente nuevo. Fuera de los efectos conocidos recientemente como los tumores, daños en el ADN y otras complicaciones, los cultivos transgénicos sobre la mesa del comedor pronto podrían contener fármacos como las estatinas, en un esfuerzo de “medicar en masa” al público. Tal esfuerzo es probable que se utilice junto con otros para luchar contra aquellos que optan por excluirse de la vacunación, entregando las vacunas a través del suministro de alimentos.
Puede sonar absurdo, y lo es, pero no es un concepto nuevo. Los investigadores previamente diseñaron un método en el que los mosquitos podían ser portadores de vacunas “al vuelo” para inyectar a una gran cantidad de personas con las vacunas sin su conocimiento ni su consentimiento. Como un portavoz de una organización ecológica principal explicó: “Un solo error de una empresa de biotecnología y vamos a estar teniendo algo más que el medicamento recetado para el desayuno en nuestro cereal”, dijo Larry Bohlen de Amigos de la Tierra, una organización ecológica internacional.
Las noticias recientes revelan que Monsanto ahora es dueño de una monumental tecnología el “silenciamiento génico” para medicamentos en los seres humanos. La compañía reina de la biotecnología forjó una alianza reciente con Alnylam Pharmaceuticals, Inc. para obtener la iniciativa. Después de todo, Monsanto no perdería la oportunidad de conquistar una gran parte del enorme mercado de U$S 200 mil millones de cultivos biofarmacéuticos.
Otras empresas están actuando para conseguir un pedazo de mercado también, con el sitio web molecularfarming.com actuando como centro para losagricultores que estén dispuestos a arrendar sus tierras para experimentos biofarmacéuticas en todo el mundo.
Promocionando una inversión neta de U$S 80 mil millones en los próximos años, los inversores están buscando continuamente poner sus manos sobre las operaciones biofarmacéuticas en crecimiento para producir drogas contenidas en los cultivos transgénicos de consumo masivo – y ganancias en masa. Hasta el momento, han obtenido contratos en Zimbabwe para continuar sus operaciones.
Al igual que los habituaes OGM, el DDT y los cigarrillos, los expertos están preocupados de que los efectos reales del crecimiento biofarmacéutico puedan no ser reconocidos hasta décadas más tarde.
“¿Qué tiene que ocurrir antes para que el Departamento de Agricultura tome en serio el hecho de que millones de personas acaben consumiendo drogas experimentales y productos químicos?“, pregunta Brandon Keim, del Council for Responsible Genetics en referencia al escándalo de ProdiGene. ”¿Unas pocas muertes sensacionalistas? ¿Tal vez un aumento de los trastornos debilitantes que sólo se notarán algunas décadas más tarde, cuando ya sea demasiado tarde?”
Fuentes: Anthony Gucciardi para National Society, Signos de estos Tiempos
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