Bienaventurado el que conoce lo que es amar a Jesús y despreciarse a sí mismo por Jesús. Conviene dejar un amor por otro; porque Jesús quiere ser amado él solo sobre todas las cosas. El amor de la criatura es engañoso y mudable. El amor de Jesús es fiel y permanente. El que se llega a la criatura caerá con lo caedizo; el que abraza a Jesús perseverará firme para siempre. Ama y ten por amigo a aquél, que aunque todos te desamparen no te desamparará ni dejará perecer en el fin. De todos has de ser desamparado alguna vez, quieras o no.
Sigue el partido de Jesús con toda constancia en vida y en muerte, y entrégate a él muy seguro de su fidelidad, pues él solo te puede ayudar cuando todos te faltaren. Tu amado es de tal condición, que no quiere consigo admitir a otro, sino que él, sólo, quiere poseer todo tu corazón y hacer su asiento en él como un Rey en su propio trono. Si supieses bien desocuparte de toda criatura, Jesús moraría de buena gana contigo. Cuanto amor pusieres en los hombres, no siendo por Jesús, lo tendrás perdido. No confíes ni estribes sobre la caña hueca, porque toda carne es heno, y toda su gloria se marchita como su flor.
Si mirares solamente la apariencia de los hombres, presto serás engañado. Porque si buscas tu descanso y provecho en otros, muchas veces sentirás daño; mas si en todo buscas a Jesús, le hallarás en todas partes. Y si te buscas a ti mismo, también te hallarás, pero será para tu mal; pues más se daña el hombre a sí mismo si no busca a Jesús, que todo el mundo y todos sus enemigos le pueden dañar.
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