21 de Agosto de 1975
FRECUENTES ACTOS DE AMOR
Hijo mío, te defines como “una gotita de agua turbia que cae hacia abajo”.
No has sido tú quien ha dado esta
definición, sino que Yo te la he sugerido para que tú puedas comprender mejor la realidad de la vida.
Dime, ¿Puede una pequeña gota de agua que cae hacia abajo, repentinamente, invertir su ruta para volver a subir hacia
lo alto por sí sola? No, lo ves; esto va contra las leyes de la naturaleza.
Dime hijo, ¿Puede un alma debilitada por el pecado original y por sus pecados actuales, puede esta alma,
repentinamente, del bajo al que tiende, volver a subir hacia lo alto únicamente con sus fuerzas? ¡Jamás!
¡Absolutamente jamás!
S
an Pablo ya te ha instruido en esta materia: sin mi ayuda ni siquiera puedes decir: “Jesús es hijo de Dios”.
Entonces, hijo, “mi gotita de agua turbia”,
Yo quiero liberarte de todas las escorias y volverte más puro que un rubí.
Sólo entonces Yo podré absorberte y podrás fundirte en Mí en Místicas Nupcias y formar Conmigo una sola cosa.
He aquí por qué Yo te pido que renuncies a los periódicos, a las revistas, a la televisión.
He aquí por qué te he pedido
con insistencia, frecuentes actos de amor y de renuncia, de arrepentimiento, de ofrecimiento
He aquí porque insisto en la fórmula: Creer, Esperar, Amar, Confiar, Orar, Callar, Aceptar, Sufrir, Ofrecer, Adorar. Así
los dones maravillosos que te he dado de fe, esperanza y caridad los concretas día a día, hora a hora, obrando tu
santificación.
La virtud base
Hijo mío, cuando te llamas "gota de agua turbia que cae hacia abajo", tú dices una gran verdad que se transforma en
humildad; y tú sabes que la humildad es el fundamento de todas las demás virtudes, es la virtud base que se opone al
pecado base que es la soberbia.
El Espíritu Santo lo ha dicho "Superbia radix omnium malorum"6
. Jamás un alma empapada de soberbia podrá
agradarme.
El aniquilamiento del propio yo, de la propia voluntad es la primera cosa que debe hacerse por quien
seriamente quiera meter mano a su propia santificación.
La soberbia, raíz de todos los males ¡Cuán lejos estamos de esta obra de saneamiento espiritual!
Muchísimos males, también en la Iglesia, en mis ministros,
en las almas consagradas y no consagradas, encuentran su origen en el orgullo. ¡Cuánta ceguera!
Te bendigo, hijo mío. Ámame, búscame día y noche y siempre me encontrarás y tú bien sabes el porqué.
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