22 de Septiembre de 1975
LA COMUNION DE LOS SANTOS
Hijo, te he dicho repetidamente que Yo soy el Amor; donde hay amor estoy Yo.
Yo Soy el Amor Infinito, Eterno, Increado, venido a la tierra a reconciliar y por consiguiente reunir con Dios a la humanidad
arrancada del odio.
El amor por su naturaleza tiende a la unión, como el odio por su naturaleza tiende a la división.
Nosotros somos Tres, pero el Amor Infinito nos une íntimamente en Uno solo, en una sola naturaleza, esencia y voluntad.
El amor me ha llevado a Mí, Verbo eterno de Dios hecho carne, a inmolarme a fin de que se diese a todo hombre la posibilidad de
unirse en Mí a Dios, y formar Conmigo una sola cosa, como Yo soy una sola cosa con mi Padre que me ha enviado.
Hijo, desde hace más de cien años el Materialismo como sombra oscura y densa, envuelve buena parte de la humanidad.
Él ha ofuscado también en mi Cuerpo Místico, esto en el alma de muchos fieles y sacerdotes, el dogma de la Comunión de los
Santos que es una realidad espiritual grandiosa, viva, verdadera y operante en Cielo y tierra.
No hay términos aptos para explicar su grandeza, potencia y actuación vibrante de amor y de vida.
No hay palabras en vuestro
lenguaje, aptas para hacer comprender el invisible, misterioso intercambio que encuentra su centro en mi Corazón misericordioso.
Pocas son las almas que han comprendido, y pocos son también los sacerdotes que, además de creer abstractamente, viven
activamente en esta Comunión con los bienaventurados comprensores12 del Paraíso, con las almas en espera en el Purgatorio y con
los hermanos militantes en la tierra.
La muerte, contrariamente a los prejuicios con respecto a ella, no pone fin a la actividad de las almas. La muerte que, con palabra
más precisa deberíais llamar "tránsito", es un pasar del tiempo a la eternidad, que no es poner fin a la actividad del alma, sea en el
bien, sea en el mal.
La familia de Dios
En cualquier familia ordenada en el amor, cada miembro que la constituye, concurre al bien común en un intercambio de bienes
dados y recibidos en una comunión armoniosa.
En un grado con mucho superior, así es en la gran Familia de todos los hijos de Dios: militantes en la tierra, en espera en el
Purgatorio y bienaventurados en el Paraíso.
Por tanto es necesario, con el fin de volver cada vez más rica de frutos divinos la fe en esta Realidad divina y humana, brotada de
mi Inmolación en la Cruz, tener sobre ella ideas precisas.
Se debe:
1) Creer firmemente en el dogma de la Comunión de los Santos.
2) Cuando se habla de la familia de los hijos de Dios, los sacerdotes deben dejar bien claro que a esta familia pertenecen los
peregrinos en la tierra, las almas en espera en el Purgatorio y los justos del Paraíso, esto es los santos.
3) Los sacerdotes (muchos de los cuales ponen el acento casi exclusivamente en las cuestiones sociales en favor de los hermanos
militantes, deplorando con razón las injusticias perpetradas) olvidan casi siempre las injusticias más graves hechas en perjuicio de
los hermanos que están en el Purgatorio.
Para tal gravísima omisión se necesita o no creer en el Purgatorio o no creer en el tremendo sufrimiento al que las almas purgantes
están sometidas.
La necesidad de ayuda de las almas en espera es bastante más grande que la de la criatura humana que más sufre en la tierra.
El deber en fin de caridad y de justicia hacia las almas en pena es mas acuciante para vosotros en cuanto que , no raras
veces, hay allí almas purgantes que sufren por culpa de vuestros malos ejemplos, porque habéis sido cómplices con
ellas en el mal o en cualquier forma ocasión de pecado.
12 Que disfrutan de la visión beatífica.
Si la fe no es operante, no es fe.
La vida continúa
Hijo mío, se necesita hacer entender con claridad que la vida continúa después de la tumba.
Todos aquellos que os han precedido en el signo de la fe, sea que estén en el Purgatorio o ya en el Paraíso, todavía os
aman con amor mas puro, más vivo y más grande.
Están animados por un gran deseo de ayudaros a superar las duras pruebas de la vida para que alcancéis, como ellos ya
han alcanzado, el gran punto de llegada, el fin de la vida misma.
Ellos conocen ya muy bien todos los peligros que acechan a vuestras almas.
Pero su ayuda con respecto a vosotros, está condicionada en buena medida por vuestra fe y vuestra libre voluntad para
acercaros a ellos con la oración y con la confianza en su eficacísimo patrocinio ante Dios y la Virgen Santísima.
Si los sacerdotes y los fieles están animados de vivísima fe, conscientes de los inagotables recursos de gracias, de
ayudas y de dones que pueden obtener de este Dogma de la Comunión de los Santos, verán centuplicado su poder sobre
las fuerzas del Mal.
Yo he dotado a mi gran Familia de riqueza y potencia insondable y la robustezco con la fuerza invencible de un Amor
infinito y eterno.
Recursos inutilizados
Mis sacerdotes instruyen a los fieles con palabras simples y claras, diciendo que vuestros hermanos que han cumplido
ya en la tierra el periplo de su vida temporal, no están divididos de nosotros, no están lejanos de vosotros.
Decid también que no están inertes y pasivos a vuestro respecto sino que, en un nuevo estado de vida más perfecta que
la vuestra, os están cercanos, os aman.
Ellos toman parte, en medida de la perfección alcanzada, en todas las vicisitudes
de Mi Cuerpo Místico.
Os repito que ellos no pueden descartar vuestra libertad pero, si son solicitados por vuestra fe y por vuestras
invocaciones, os están y estarán cada vez más cercanos en la lucha contra el Maligno.
Os miran, os siguen e intervienen en la medida determinada por vuestra fe y por vuestra libre voluntad.
Hijo mío, ¡qué inmensos tesoros ha predispuesto mi Padre para vosotros!
¡Cuán inmensos recursos inutilizados!
¡Cuántas posibilidades de bien dejadas caer en el vacío!
Se afirma creer, pero no hay más que un mínimo de coherencia con la fe en la que se dice creer.
Te bendigo. ¡Ámame!
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