Entendí también que Jesús deseaba establecer una nueva congregación religiosa con el nombre de la “Sociedad de María”. Entendí que esto debía comunicarse lo más pronto posible a los sacerdotes: ésta era la voluntad de Dios para salvar almas.
Vi que la devoción universal a la Santísima Virgen como la Victoriosa Reina del Mundo comenzaría en Hungría. Me di cuenta que el Salvador ardientemente deseaba que se estableciera esta devoción. Con esto, el Padre celestial quiere probarle al mundo que la Santísima Virgen, como Reina del Mundo, será victoriosa sobre el mundo, el pecado y el infierno.
Después de esto el Salvador me dijo que Él concedería la paz prometida al mundo sólo si se extiende por todo el orbe la devoción a su Madre Inmaculada como Reina del Mundo y se establece la Orden de María. También vi que hablando de paz el Salvador no se refería a la paz que seguiría a la Segunda Guerra Mundial, sino a la que vendría después de la purificación del mundo.
La palabra “paz” tiene un significado muy profundo y secreto y por esto, cada vez que la escuchaba de los labios de Jesús, un mar de luz irradiaba de su boca y mi alma se llenaba de indecible felicidad. No me sentí digna de preguntarle sobre este secreto.
La Trinidad y la Virgen María
Un sábado primero de mes el Señor me dio una nueva gracia. Me enseñó a un sacerdote que trabajó en la propagación de la devoción a la Victoriosa Reina del Mundo. El fervor de este hombre consagrado fue tan grato a Jesús que Él se unió a este sacerdote. Jesús dijo a los ángeles del cielo: “Vengan a ver lo que estoy dispuesto a hacer si un alma me lo pide”.
Entonces apareció la Santísima Virgen como Reina del Mundo. Se veía muy joven; en su cabeza brillaba una real corona y sus pies estaban cubiertos con nubes brillantes. La vi que bendecía al mundo. El mundo estaba ceñido con una corona de espinas en la cual había un lirio (uno de los títulos de María es: Lirio entre las espinas). A la derecha de la Santísima Virgen estaba Jesús y a la izquierda el Padre, y sobre ellos revoloteaba el Espíritu santo. Una luz maravillosa irradiaba de la Santísima Trinidad hacia la Santísima Virgen. María extendía sus brazos sobre la tierra como protegiéndola; el brazo izquierdo de Jesús y el brazo del Padre se extendían sobre las manos de María, como para comunicarle su poder. La Santísima Trinidad bendijo al mundo por las manos de María. En el momento de esta bendición, como irradiando de las manos de María apareció en letras grandes y brillantes la palabra PAX (paz).
Pero la palabra no llegó al mundo, sino voló sobre la mano derecha de Jesús y se quedó flotando allí. Por esto entendí que si bien es la Santísima virgen la que debe preparar la paz para el mundo, cuando Ella termine su misión, Ella lo entregará todo a Jesús. A su vez Jesús, dará la paz al mundo sólo cuando “llegue la hora”. Este es el secreto de los últimos tiempos, el secreto de la era más feliz que está por llegar.
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